Le bastaron siete minutos al senador Ricardo Anaya, coordinador de la bancada del PAN en el Senado de la República, durante el acto de protesta a personas juzgadoras “electas”, para exhibir su espuria integración y la trágica consumación el secuestro del Poder Judicial por el grupo en el poder.

Frente a ministras, ministros, magistrados y jueces, que lo escucharon atónitos y perplejos, el legislador queretano pronunció la demoledora sentencia de su ilegitimidad de origen y los retó a legitimarse en el ejercicio de sus funciones.

La filípica de Anaya está disponible en las redes sociales. Es una pieza de oratoria parlamentaria que vale la pena escuchar por varias razones: 1.-Está tejida con hilos de historia y con argumentos de filosofía jurídico-política. 2.- Expone hechos irrebatibles. 3.- Es breve y contundente. 4.- Fue elegante y dignificó el debate político.

En la introducción de su catilinaria, evocó el episodio ocurrido en julio de 1986, durante la resistencia civil de los ciudadanos de Chihuahua contra el fraude electoral. Luis H. Álvarez, a la sazón alcalde de la capital y dos distinguidos ciudadanos; el empresario Francisco Villareal y el doctor Víctor Oropeza, sostuvieron una huelga de hambre durante 41 días. El país se conmocionó.

Cuando sus vidas ya estaban en peligro, se apersonó en el Parque Lerdo, donde se realizaba el ayuno, Heberto Castillo, respetado líder de la izquierda mexicana, padre de la actual presidenta del senado Laura Itzel Castillo Juárez. Los invitó a prolongar su lucha y no entregarla en un gesto heroico.

¿Por qué el senador Anaya recordó aquellos hechos? Porque el reclamo de los ayunantes era la ilegitimidad de origen del gobernador impuesto mediante una elección fraudulenta.

Esta ilegitimidad es la condición que demostró Anaya en la parte central de su intervención. Las nuevas personas juzgadoras asumieron el cargo en una cadena de actos fraudulentos, de tracto sucesivo al decir los juristas, que no les otorga legitimidad.

Inició con la construcción tramposa de la mayoría calificada en el Congreso -con la complicidad de los órganos y tribunales electorales- y extorsiones, habilitando al bloque autoritario para modificar la Constitución y dar paso a la demolición del judicial y rehacerlo a capricho mediante elecciones.

Con las nuevas reglas, el proceso de selección de postulantes se manipuló. Fue una grotesca mascarada, se impusieron los dedazos del comando cuatreroterista.

Acto seguido se organizó la fiesta de los acordeones, con una abstención del 90 por ciento de los ciudadanos –nuevamente convalidada por las autoridades y jueces electorales- en donde ganaron los que desde antes que comenzara la farsa ya se había decidido quienes portarían las togas judiciales. En síntesis: ilegítimo por las normas, ilegítimo por el proceso e ilegítimo por el resultado.

Al concluir, el senador Anaya sustentó la tesis de doctrina jurídico-política que distingue la legitimidad del poder por su origen y por su ejercicio. El nuevo PJF se constituyó ilegítimamente, les lanzó el reto de legitimarse en sus sentencias y resoluciones.

Su discurso fue garboso, puntual y conciso. No necesitó recurrir a las groserías, insultos y gracejadas retóricas que en estos tiempos han transformado las sesiones del congreso en bacanales demagógicas y pleitos de cantina. Con dignidad y respeto, denunció la mentira, proclamó verdad y exigió justicia.

Analista. @lf_bravomena

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