El presidente Donald Trump inició su administración atacando a los gobiernos de los países con los que comparte fronteras, quiere desbaratar el entramado de vínculos económicos y comerciales tejido durante décadas.

Utiliza un método conocido: propina un descontón y luego manda flores: la noche del 4 de marzo, en el Congreso, acusó de complicidad al gobierno mexicano con los cárteles traficantes de fentanilo; ayer escribió una cortés nota de agradecimiento a la Presidenta por su cooperación. Ganamos 30 días de clemencia arancelaria.

Bien a bien nadie atina a predecir cómo va a terminar este terremoto con epicentro en la Casa Blanca. Su inquilino dice que se propone restaurar la mítica edad dorada de su pueblo y el liderazgo mundial que ostentaron hasta hace poco.

Lo único cierto es que la administración Trump terminará y tiene fecha: 20 de enero de 2029. Antes, en 2027, deberá pasar la prueba de las elecciones parlamentarias de medio término. En las urnas, los ciudadanos norteamericanos evaluarán el vendaval trumpiano y dirán si les ha reportado mejoría en sus vidas. Todo indica que su peregrina idea de demoler el T-MEC significará altos costos políticos.

Dos años es poco tiempo para ver los resultados prometidos en arengas patrióticas. Quizá ello explique lo atropellado e incoherente de su arranque. La urgencia de ofrecer frutos deslumbrantes quedó de manifiesto en el espectáculo de su informe, al tiempo que las encuestas registran descenso en la popularidad del líder Mago.

¿Qué consecuencias tiene todo esto para los mexicanos? Para decirlo con puntualidad, ¿cómo repercuten las Trumpadas en cada uno de quienes habitamos en este país? Es decir, el efecto constante y sonante en la vida las personas; no en los gobiernos o en su Presidenta.

Es falsa y zalamera la frase que los lambiscones pronuncian continuamente: “Si le va bien a la Presidenta, le va bien a México”, es justamente al revés: ¡Si le va bien a México le va bien a la Presidenta! Ese es el orden lógico, democrático y justo como deben plantearse en las estrategias para encarar esta coyuntura.

¡Que les vaya bien a las personas que formamos la nación mexicana! Esa debe ser la premisa fundamental en el discernimiento de las opciones que los responsables gubernamentales deben valorar, ante las acciones del gobierno norteamericanos hacia nuestro país.

Sin esa directriz, la convocatoria al festival en el Zócalo capitalino el próximo domingo, para que desde lo alto de la pirámide la Tlatoani sea alabada como una diosa, con danzas y cantos, no pasará de ser una movilización idolátrica y sectaria. Innecesaria, vistos el 85 por ciento de aprobación de la Presidenta en los sondeos y la preferencia del 46 por ciento para su partido, según la reciente encuesta publicada en esta casa. (EL UNIVERSAL, 27-02-25).

Tal evento no agregará ni restará nada; a menos que su verdadero propósito esté en la política interna, que sería apuntalar el liderazgo de la Presidenta; ya que en las últimas semanas ha sido traicionada por las tribus de su partido comandadas por los alfiles de su antecesor.

Definitivamente es desleal y antipatriótico serrucharle el piso a la Presidenta cuando está en plena batalla frente a Trump. ¿O será que algunos en Morena piensan que si le va mal a la Presidenta, le va bien al país?

¡A más ver!

Analista político. @lf_bravomena

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