México vive un momento de cambios en su sistema judicial. Ante ello, la Universidad Iberoamericana ha puesto en marcha el Observatorio IBERO sobre el Sistema de Justicia, como una alternativa de propuestas, evaluación y monitoreo. Con menos de un año de vida, este espacio ha producido información muy relevante: ha articulado líneas de trabajo concretas y ha comenzado a dialogar con actores institucionales y sociales para participar —con evidencia y método— en la discusión sobre el sistema judicial mexicano.

Lamentablemente, los primeros resultados que arroja el trabajo del Observatorio confirman las preocupaciones generadas por la reciente reforma judicial. La justicia en México no va bien: los cambios recientes no mejoran el panorama. Al contrario: han creado nuevas dificultades. En las diversas etapas de un juicio, las injusticias se reproducen y desgastan a las personas que acuden a los juzgados buscando una solución a sus desacuerdos.

Nuestro Observatorio señala con insistencia cómo, aunque la gran mayoría de los conflictos legales de México se procesa en juzgados locales, el diseño institucional y las recientes reformas judiciales han concentrado sus esfuerzos en el ámbito federal. Esta focalización ha relegado significativamente a las fiscalías, lugares donde realmente se define el acceso a la justicia para millones de personas.

Así, mientras el debate público se concentra en la nueva Suprema Corte, los jueces locales son poco observados y las fiscalías continúan en su ineficacia inercial. De hecho, la mayoría de quienes requieren asistencia legal en la Ciudad de México ha renunciado a acudir a sede judicial debido a los maltratos, ineficiencia y parcialidad que allí sufren. Todo esto ha perfilado a la justicia mexicana como un ámbito distante y opaco —generador de desamparo e impunidad—, especialmente para las poblaciones más vulnerables del país, que necesitan ser escuchadas por personas juzgadoras con formación y empatía.

Frente a esta realidad, el Observatorio de la Ibero parte de una convicción: sin datos verificables, sin narrativas comprensibles y sin capacidad de análisis interdisciplinario, la justicia no podrá ser cabalmente analizada y difícilmente se generarán propuestas viables para su mejora. Por lo anterior, es necesario mirar el sistema judicial de abajo hacia arriba. Es decir, modificar la mirada y enfocarse en las necesidades y experiencias ciudadanas. En narraciones cercanas e historias de vida, que muestran algo fundamental: la gran ventana de oportunidad para la mejora del sistema judicial reside, hoy por hoy, en el ámbito local, no en el federal.

Nuestro proyecto ha establecido cuatro líneas de trabajo: la enseñanza del derecho, los estudios cuantitativos, la documentación cualitativa de las historias de vida de quienes imparten justicia, y las alianzas con medios de comunicación para contribuir al debate público.

Del mismo modo —y de la mano de un equipo riguroso y multidisciplinario—, hemos construido una plataforma de conocimiento en diálogo con distintos actores sociales. Todo ello ha sido sistematizado en el sitio observatorioiberojusticia.mx, donde pueden consultarse relatorías, bases de datos, artículos y materiales de formación.

El primer informe del Observatorio —presentado ayer en nuestro campus— también ha analizado el reciente proceso electoral, identificando los límites y falencias de este nuevo mecanismo. Con este empeño, proponemos un espacio de producción de material específico para un rediseño institucional impostergable: aunque fueron evidentes las deficiencias del pasado proceso electoral judicial y aun cuando —inclusive desde el Gobierno Federal— se reconoció la necesidad de impulsar reformas, a la fecha no se conoce de ninguna iniciativa seria, ni de proceso alguno de apertura al diálogo con quienes documentaron irregularidades.

Las universidades —y sobre todo las universidades jesuitas— tienen el deber de actuar. No basta con producir saber: hay que orientarlo hacia la diseminación y su subsecuente incidencia. Esto implica asumir una posición pública —con rigor y sin estridencias— en temas donde están en juego la dignidad, la legalidad y la equidad.

De cara al futuro —y desde la IBERO—, seguiremos apostando por una educación superior generativa, capaz de vincularse con la sociedad y de formar en la excelencia, humana y profesional. Es decir, por una institución que se encuentre con su entorno desde lo que sabe hacer: acompañamiento a las y los jóvenes, investigación sólida, formación crítica, articulación de esfuerzos, escucha amplia y democrática. Porque incidir desde los espacios académicos no es sólo posible. Es necesario.

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

Comentarios