El desmantelamiento de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, mejor conocida como USAID logró lo que aparentemente era imposible: el aplauso tanto de los trumpistas como del ala más dura del morenismo, incluida la Presidenta Sheinbaum. Pero ¿qué es realmente lo que se está aplaudiendo?
La orden ejecutiva emitida por el presidente Trump y alentada por el millonario Elon Musk, implica una pausa de 90 días hacia todos los proyectos manejados por una agencia que solo en 2024 recibió un generoso presupuesto de 70 mil millones de dólares. Bajo el pretexto de una revisión de operaciones, se eliminarán programas vinculados a la igualdad de género, derechos LGBTQ+, justicia social, libertad de expresión, medio ambiente, integridad pública y energías limpias, entre otros, es decir, todo aquello que no coincida con la política de mano dura y las nuevas prioridades del líder de MAGA. Proyectos supuestamente inútiles, que en palabras de Trump, eran lidereados por “lunáticos radicales de izquierda”.
USAID fue fundada en 1961 por una orden ejecutiva del entonces presidente John F. Kennedy. La idea fue ampliar la influencia de Estados Unidos mediante proyectos de ayuda humanitaria, a países estratégicos para el desarrollo o vulnerables al comunismo. Nunca fueron, ni pretendieron ser, un modelo sofisticado de hermanitas de la caridad.
Sin embargo, por su origen, la evaluación de las operaciones de USAID en México ha tenido una fuerte carga ideológica, poco objetiva y muchas veces contradictoria. Cifras del gobierno de Estados Unidos muestran que las prioridades de cooperación no están en la filantropía de la frontera sur del continente americano, si no en la militarización y en la reactivación económica de Ucrania, Israel y África subsahariana.
En 2024, distintas agencias estadounidenses destinaron 110 millones de dólares a 151 proyectos en México, de ese total, más de la mitad se elaboraron con recursos de USAID. Contrario a lo que se ha dicho, la agencia transparenta sus gastos y rinde cuentas al Congreso americano que es la instancia responsable. A su vez, USAID exige resultados tanto a sus múltiples intermediarios como a sus donatarias. No queda claro cómo se prioriza la agenda o cómo se mide el impacto de sus intervenciones.
Las inquietudes en torno a la cantidad de “proyectos mascota” (pet projects), hicieron que, en 2022, se designara a Dean Karland, uno de los gurús de la evaluación de impacto en intervenciones contra la pobreza, como economista en jefe de USAID.
Dentro de los beneficiarios de esta agencia están organizaciones sociales, empresas privadas y dependencias del gobierno mexicano. Durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, la agencia que era denostada en la mañanera por el trabajo de organizaciones sociales colaboraba también en proyectos con la Secretaría de Gobernación, la Secretaría de la Defensa Nacional y la Secretaría de Relaciones Exteriores.
Si algo preocupa ahora es cómo proyectos tan necesarios para el país dependen de capital foráneo y no de políticas públicas nacionales. Cómo es que a estas alturas, tenemos una sociedad civil dependiente y cómo nuestra incipiente filantropía no alcanza más que para despensas en tiempos de emergencia. Garrotazo e intolerancia. Eso es lo que se está aplaudiendo. No cabe duda que los extremos se tocan.
Investigadora de la UdeG