La relación de México con los Estados Unidos ha sido históricamente complicada y tormentosa. Pero lo que nos depara el futuro inmediato, con el segundo gobierno de Donald Trump, es inédito por su complejidad y la imprevisibilidad de sus consecuencias. En todo caso, la ruta está trazada y abiertamente enunciada. No hay engaño, en eso todos los autoritarios coinciden: sus amenazas no son amagos, son el anuncio de lo que viene, tal como ocurrió con la reforma para desmantelar al Poder Judicial en nuestro país.

A Trump hay que creerle, además, porque llega con condiciones de concentración y ejercicio del poder muy favorables para su proyecto político y su radicalismo. Primero, por el modo contundente con el que ganó la elección no solo por los asientos obtenidos en el Colegio Electoral, sino por el voto popular. Su respaldo ciudadano es incuestionable y valida su radical agenda nacionalista, proteccionista, socialmente conservadora, discriminadora, sexista y, además, regresiva en cuando a los derechos.

Por otra parte, Trump logró el control total del Partido Republicano que se ha convertido en un promotor acrítico de sus posturas extremas, su partido tendrá la mayoría de los asientos tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado y, adicionalmente, la mayoría de los ministros de la Suprema Corte, en la que seis de sus nueve miembros fueron propuestos por mandatarios republicanos (tres de ellos por Trump en su primer mandato) coincide con la agenda del nuevo presidente, con lo que contará con el apoyo de los otros dos poderes, algo que no ocurría desde hace muchas décadas.

Además, al ejercer su segundo periodo presidencial Trump no tendrá que enfrentar la natural contención que supone la posibilidad de buscar la reelección, así que están dadas todas las condiciones políticas para desplegar a su gusto la agenda radical y cargada de rencores y ánimos de revancha que ha venido pregonando en los últimos años, incluidos sus profundos prejuicios y posturas antimexicanas.

Los anuncios de los nombramientos de quienes ocuparán altos cargos en el gobierno de Trump tampoco auguran nada bueno. Se trata de fieles y convencidos sostenedores de sus posturas más extremistas. Los “halcones” —los exponentes más duros de la política norteamericana— volvieron al poder.

Por otro lado, frente a esas amenazas, México se encuentra en una situación de extrema vulnerabilidad. El gobierno de Sheinbaum ha tratado de minimizar los riesgos, particularmente por lo que hace a la amenaza de una renegociación total del TLCAN en los próximos años, pero la candidez con la que se está enfrentando el problema que se nos viene encima es preocupante.

El último ejemplo lo tenemos frente a nosotros con el anuncio de que el mismo día de su toma de posesión Trump impondrá un arancel generalizado de 25% a las importaciones mexicanas y canadienses hasta que sus vecinos no tomen medidas efectivas para impedir la entrada de migrantes indocumentados y el fentanilo a los Estados Unidos. Se trata de una bravuconada que hay que creernos y no menospreciar.

Sheinbaum respondió a las amenazas con una carta, cuyos contenidos son totalmente suscribibles, llamando a la sensatez y al diálogo entre nuestras naciones para evitar una dinámica de guerra arancelaria que a nadie conviene (sobre todo a México, condenado a ser el más afectado en ese contexto).

Lo paradójico es que lo que demanda la presidenta es lo justo lo que el morenismo, ensoberbecido con su triunfo electoral y la super mayoría inconstitucional, concedida servilmente por los órganos electorales, se ha negado reiteradamente a hacer en el plano interno en los últimos años y, particularmente, en los últimos meses a propósito de los abusos legislativos que han venido cometiendo: dialogar, escuchar y construir consensos.

De nada sirven las ridículas bravatas de algunos senadores morenistas de que si los norteamericanos se ponen pesados nos vamos con China, pero me temo que el desmantelamiento y debilitamiento del Estado, el haber echado a prácticamente todos los cuadros técnicos para sustituirlos por funcionarios leales pero incompetentes, y el haber dividido al país agraviando y persiguiendo a quienes piensan distinto, nos van a cobrar la factura, justo cuando México necesita estar políticamente unido y contar con un Estado fuerte y solvente para enfrentar las nubes de tormenta que nos acechan desde el Norte.

Investigador del IIJ-UNAM

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