Del primer escarceo que México y Canadá enfrentaron en los días pasados con el Trump recargado que hace apenas dos semanas regresó a la Presidencia de los Estados Unidos se derivan una serie de aspectos que son auténticas lecciones que más nos vale ponderar, porque me temo que los años por venir serán profundamente inciertos y tormentosos. El listado es, por lo menos, el siguiente:
1. Las reglas del juego en nuestra relación con los Estados Unidos cambiaron radicalmente; las normas y los acuerdos establecidos ya no valen, ni valdrán, y eso vale para las pactadas con el mismo Trump en su primer gobierno (TMEC incluido). A partir de ahora las condiciones de la relación bilateral se irán definiendo tema por tema, asunto por asunto y siempre bajo la premisa de que estas serán validas hasta que así le convenga a nuestro vecino.
2. Hay que empezar a tomar en serio las amenazas. La apuesta de que Trump no se atrevería a imponer aranceles a las importaciones mexicanas y canadienses porque ello implicaría importantes afectaciones a la economía estadounidense, a sectores importantes del aparato industrial norteamericano y al bolsillo de sus consumidores se demostró equivocada. El riesgo era y sigue siendo real, por más irracional que resulte. El presidente norteamericano sabía y sabe que su país saldría perjudicado por la medida, pero a nosotros nos iría mucho peor. Esa es la premisa sobre la que se funda la prepotente y chantajista relación con sus vecinos. A ese juego estaba dispuesto a jugar y lo seguirá estando. Sí se atrevió a establecer aranceles (como ocurrió con los productos chinos), volverá a hacerlo cuantas veces sea necesario.
Lo que México y Canadá lograron, por ahora, fue sólo una prórroga temporal de un mes en la imposición unilateral de las tarifas a cambio de realizar una serie de medidas radicales en términos de seguridad fronteriza y de control del tráfico de fentanilo.
3. Trump, igual que ocurrió hace unos años con López Obrador, nos volvió a tomar la medida consiguiendo del gobierno mexicano, de entrada, a 10 mil efectivos militares adicionales a los que ya estaban desplegados en nuestra frontera sur para blindar el confín con los EU para combatir la entrada de fentanilo y de migrantes sin prácticamente nada a cambio. Algo semejante ocurrió con Canadá.
4. La amenaza de imponerle aranceles a nuestros productos (hoy pospuesta pero no conjurada) se convertirá en una espada de Damocles que pesará sobre nosotros de manera permanente por los próximos cuatro años y que será usada por Trump para obtener lo que quiera cuando quiera.
5. Según el gobierno mexicano, Trump se comprometió a contener el tráfico de armas hacia México, pero, hasta donde se sabe eso no se tradujo en alguna medida concreta. Conociendo la política que al respecto han seguido hasta ahora los norteamericanos, que ni siquiera mencionaron a esa medida como parte del acuerdo, es previsible que eso nunca va a ocurrir.
6. Sin duda es una buena la medida el compromiso de instalar una mesa de trabajo binacional de alto nivel para tener un mecanismo de diálogo bilateral, algo que el gobierno mexicano no había logrado construir hasta ahora; esto permitirá tener un canal institucional para conducir nuestra relación con los norteamericanos y evitar que ésta siga ocurriendo meramente a través de declaraciones estridentes y bravatas públicas, como hasta hace poco.
7. Más allá de los acuerdos alcanzados, hay una línea muy delicada que Trump cruzó oficialmente en este escarceo al afirmar que el gobierno mexicano “sostiene una alianza inaceptable con los cárteles del narcotráfico”. Esa postura —que se aprovecha de la catastrófica política de seguridad pública que estableció el obradorismo— se mantiene y será utilizada para ejercer contra nuestro país un mecanismo de presión permanente.
8. Finalmente, es muy delicado que, como parte del pacto logrado por su parte con Canadá, los norteamericanos consiguieron que ésta se comprometiera a reconocer a los cárteles de la droga mexicanos como organizaciones terroristas.
El gobierno de México salvó el día posponiendo la momentáneamente la catástrofe y hay que reconocérselo. Sin embargo, el daño está hecho; Trump dejó claro que la relación entre nuestros tres países, por mucho que insista en lo contrario la propaganda oficial mexicana, no es, ni será al menos por los siguientes cuatro años, entre iguales.