Vuelvo sobre el tema de la proporcionalidad en la representación política, cuya eliminación ha sido (y es) uno de los más preocupantes objetivos que los intentos de reforma electoral pretendidos por el morenismo. Se trata a mi juicio de unos de los aspectos centrales de los que depende la calidad democrática de todo sistema político y por ello vale la pena seguir machaconamente insistiendo.
Reacciono aquí a las consideraciones de Pablo Gómez que podrían ser el punto de partida para la reflexión sobre cómo se podría mejorar la representación política en clave democrática y a partir de la cual podrían construirse los necesarios consensos que merece toda reforma electoral… a menos que lo que en realidad se pretenda —y me temo ese es el verdadero propósito— sea una toma por asalto de todos los espacios de poder para imponer y eternizar unilateral, autoritaria y artificialmente la propia hegemonía convirtiendo a una innegable mayoría del 54%, como la que obtuvo Morena en las elecciones pasadas, en una presencia prácticamente total y absoluta, como si no hubiera otras fuerzas políticas en el campo político.
Tanto en su presentación en la conferencia de prensa presidencial, como en las primeras entrevistas que concedió Gómez en su calidad de coordinador de la Comisión Presidencial para la Reforma Electoral, criticó la adopción del sistema proporcional para elegir a una parte de los diputados (del que paradójicamente él mismo ha sido un histórico y reiterado beneficiario) con la reforma política de 1977 y luego ampliado en 1986 y, más tarde, utilizado también para elegir a una cuarta parte del Senado, a partir de 1996, señalando que el mismo representa una mala copia del sistema representativo alemán.
En efecto, hay notables diferencias entre el modo de designar a los legisladores en Alemania y en México. El sistema electoral alemán con el que se elige al Parlamento (Bundestag) es de tipo mixto, igual que el mexicano, sin embargo, en aquél la mitad de los legisladores se eligen mediante el sistema de mayoría relativa (el que tiene más votos se lleva el escaño en disputa en el distrito electoral correspondiente) y la otra mitad se eligen por los electores mediante un sistema proporcional, es decir, votando por listas de candidaturas que los partidos presentan a su consideración.
Cabe decir que la característica fundamental del sistema electoral alemán es que los escaños proporcionales se asignan entre los distintos partidos procurando que, al final, el número total de legisladores que cada uno de ellos obtiene (por ambos sistemas, el de mayoría y el proporcional) corresponda a la proporción total de votos que recibió en las elecciones. Así, si un partido tuvo el 35% de los votos, por ejemplo, recibirá un total de legisladores que corresponden al 35% de los escaños.
Además, si luego de repartir los escaños de representación proporcional, el porcentaje de legisladores que tuvo algún partido no corresponde con el porcentaje de votación que recibió, existe la posibilidad de asignarle curules adicionales (llamadas “Uberhangmandate”) con el objeto de alcanzar una coincidencia total entre su porcentaje de curules y de sus votos.
Pablo Gómez tiene razón, a pesar de que el nuestro es también un sistema mixto y aunque también aquí, en los hechos, las 200 diputaciones proporcionales sirven para corregir parcialmente la sobre y subrepresentación que inevitablemente produce la elección de las 300 diputaciones de mayoría y, en el caso del Senado los 32 legisladores proporcionales matizan la distorsión que genera la elección de mayoría y de primera minoría, esa corrección no es perfecta (al grado de que, incluso, en el caso de la Cámara baja la Constitución reconoce una posible sobrerrepresentación de hasta 8%).
No sabría decir si el propósito de la reforma de 1977 fue como sostiene Gómez copiar —mal— al sistema alemán, él conoce bien la historia política del país y le creo, pero si ello es así, pues entonces una solución para mejorar nuestro sistema representativo es (casi 50 años después), copiarlo bien.
¿Por qué no pensamos, en imitar correctamente y no de manera distorsionada el sistema electoral alemán que, por mucho, es el que mejor permite la representación de la diversidad política?
¿O lo que se pretende es otra cosa, tal vez, quedarse con todo el pastel?
Investigador del IIJ-UNAM. @lorenzocordovav