Donald Trump, como líder populista que es, ha sabido utilizar la victimización como una herramienta central de su discurso político, lo ha hecho tan bien que ganó nuevamente las elecciones de Estados Unidos. Su narrativa sobre los acuerdos comerciales, especialmente con México, pinta a su país como los explotados por sus vecinos gandallas que siempre salen ganando, mientras los trabajadores pagan el precio.
Vamos por partes, el en caso del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) firmado en 1992 por Carlos Salinas de Gortari, George H.W. Bush y Brian Mulroney, y vigente desde 1994 hasta su remplazo en 2020 por el T- MEC, Trump ha insistido en que México ha sido el gran beneficiado a costa de su país. Pero ¿qué tan cierta es esta afirmación? Si bien el TLCAN no favoreció a México de forma inmediata, hoy el balance comercial y los beneficios tangibles para nuestro país no desmienten la visión simplista del presidente de EUA. Además, su queja encierra una verdad incómoda: la dependencia mexicana con su vecino del norte nos hace vulnerables, aunque no tanto como él quiere hacernos creer.
El populismo de Trump se nutre de señalar culpables externos. En discursos como el de Monessen, Pensilvania, en 2016, llamó al TLCAN “el peor acuerdo comercial de la historia”, afirmando que México les robó empleos, por lo que él prometió regresarle la grandeza a una América supuestamente traicionada por sus élites. Esta retórica victimista, típica de los políticos populistas, simplifica realidades complejas para movilizar apoyo. Pero analicemos los hechos. Cuando el TLCAN entró en vigor, México no estaba preparado para cosechar beneficios inmediatos. El error de diciembre expuso la fragilidad de una economía con industrias incipientes, un sector agrícola vulnerable y una moneda devaluada. En esos primeros años, Estados Unidos importó bienes baratos y sus empresas aprovecharon los bajos costos laborales mexicanos, mientras que México luchaba por estabilizarse. Según datos del Banco Mundial, entre 1994 y 2000, las exportaciones mexicanas a Estados Unidos crecieron de 49 mil millones a 135 mil millones de dólares, pero el PIB per cápita mexicano apenas se movió, reflejando un beneficio desigual.
Sin embargo, el panorama cambió con el tiempo. Desde principios de los 2000, México ha mantenido su superávit comercial con Estados Unidos, es decir, le vendemos más de lo que le compramos. Según la Oficina del Censo de Estados Unidos, en 2010, México exportó 229 mil MDD e importó 177 mil MDD, generando un superávit de 52 mil MDD. Para 2019, último año completo del TLCAN, las exportaciones alcanzaron 358 mil MDD y las importaciones 221 mil MDD, con un superávit de 137 mil MDD. Bajo el T-MEC, esta tendencia no es muy distinta, en 2024, México exportó 512 mil MDD e importó 250 mil MDD, dejando un superávit de 262 mil MDD (datos: INEGI y Secretaría de Economía de México). Estos números muestran que, en términos comerciales, México ha sacado ventaja en las últimas dos décadas. Esto sin agregarle los 62 mil MDD que ingresaron al país en 2024 por concepto de remesas. Trump no miente al señalar un déficit, pero omite que su país también se beneficia con bienes accesibles, explotación de nuestros recursos naturales, mano de obra y ganancias corporativas.
Tan tangibles son esos beneficios que México, gobernado por partidos de distintos colores, --de los priistas neoliberales al gobierno de AMLO, dicho por él mismo, de carácter “humanista”--, nunca han considerado romper el ahora T-MEC, el tratado más neoliberal de nuestra historia moderna. ¿Por qué? Hay varias razones, una de ellas es que el comercio con EUA, que absorbe el 83% de nuestras exportaciones sostiene nuestra economía. La industria automotriz, con exportaciones de 40 mil MDD en autos en 2023 (INEGI), y el Nearshoring, que atrajo 16 mil MDD en inversión extranjera directa en 2024 (Secretaría de Economía) son prueba de ello. Claro, no todo es ganancia. Nuestra dependencia económica nos ata a las decisiones de Washington.
Además, el superávit no significa que todo ese capital se quede en México. Una parte considerable se repatría como dividendos a multinacionales, de lo que se queda, solo un porcentaje se distribuye en salarios de trabajadores y el resto se concentra en una población menor. Sin embargo, esto no niega la queja de Trump: México sí les vende más de lo que les compra, y quizá su problema apunte más a las automotrices europeas y asiáticas con plantas en México, que usan el T-MEC para inundar el mercado estadounidense sin aranceles, un punto sensible para su agenda “America First”. Así que ese desbalance sigue siendo una fricción real.
Por lo pronto: Trump actualmente está en el ring con China; la presidenta Claudia Sheinbaum sigue manejando bien la situación y; el comercio bilateral México EU, que alcanzó los 775 mil MDD en 2024 no miente, ambos países ganan, aunque quizá uno más que otro.