Se acaba de publicar la reforma constitucional que prohíbe el maltrato animal y obliga al Estado a protegerlos. Esto marca un momento significativo en México, pero como siempre, el verdadero reto será pasar del papel a la acción, especialmente en un país donde las tradiciones y los intereses económicos muchas veces chocan con las normas progresistas. ¿Estamos listos para este cambio cultural? Y, sobre todo, ¿Lograremos que estas reformas sean algo más que una aspiración bienintencionada?
¿Qué dice la reforma?
La modificación a los artículos 3°, 4° y 73° de la Constitución Federal establece, entre otros puntos, la prohibición del maltrato a los animales. También incluye la obligación de integrar la educación sobre bienestar animal en los programas escolares y da al Congreso la facultad para emitir una Ley General de Bienestar Animal en un plazo de 180 días.
Esta reforma constitucional tiene un el objetivo de proteger a los animales de distintos tipos de maltrato, se les reconoce como seres sintientes, sin embargo, será en las leyes secundarias donde se determinará si el espíritu de la reforma es realmente respetado o si se diluye para complacer intereses particulares.
Educación: un campo prometedor
Uno de los aspectos más interesantes es la incorporación de la protección animal en la educación. La idea es sembrar empatía desde la infancia, algo que países como Nueva Zelanda ya han implementado con éxito. Ahora, nosotros tendremos que capacitar a docentes, generar materiales didácticos, pero sobre todo, habrá que superar las resistencias culturales que suelen minimizar el bienestar animal como un tema menor, y educar desde casa.
En este contexto, la educación no es solo un acto pedagógico, sino una herramienta cultural para romper ciclos de abuso y promover una relación más respetuosa con los animales.
¿Tradición o progreso? El dilema de las corridas y las peleas
El debate sobre las corridas de toros y las peleas de gallos es uno de los puntos más controversiales. En países como España, donde la tauromaquia es una tradición profundamente arraigada, las corridas sin sangre han ganado terreno como un intento por preservar la tradición sin el componente de crueldad. ¿Será esto suficiente para quienes consideran inaceptable cualquier forma de explotación animal?
En México, las peleas de gallos no solo están arraigadas como una tradición, sino que representan una industria que genera empleos y mueve millones en apuestas y comercio. Regularlas sin prohibirlas totalmente podría ser una salida política, sin embargo, eso no sería compatible con el principio de respeto a los animales que se ha garantizado en la Constitución.
La sombra de los recursos y la implementación
Países como Alemania y Francia han dado pasos decisivos al reconocer a los animales como seres sintientes en sus legislaciones y al crear marcos legales estrictos para su protección. En Nueva Zelanda, la perspectiva animalística ha permeado las políticas públicas, desde la agricultura hasta la educación. La propia Constitución de la Ciudad de México reconoce a los animales también como seres sintientes y, por lo tanto, las autoridades deben garantizar su protección. Tenemos la oportunidad de aprender de ellos y construir un modelo propio en todo el país, pero será esencial destinar los recursos y la voluntad política para hacerlo realidad.
Como muchas de nuestras reformas, la gran incógnita es cómo se financiará y supervisará esta nueva agenda. Desde la educación hasta la regulación de industrias como la ganadería intensiva o el comercio de animales, la implementación requerirá de una inversión considerable.
El desafío: pasar de la intención a la acción
La reforma establece un paso importante, pero está lejos de ser suficiente. La verdadera batalla se librará en las leyes secundarias, donde se decidirá qué tradiciones se preservan y cómo se regulan, así como en la asignación de recursos y el diseño de políticas que garanticen su cumplimiento.
Los mexicanos debemos permanecer vigilantes y exigir que estas reformas no se queden en promesas vacías. Porque, como siempre, el diablo está en los detalles, y en este caso esos detalles decidirán si México se convierte en un ejemplo global de respeto animal o si seguimos siendo un país donde la tradición pesa más que la empatía.+