Imagínense a una chava que apenas rebasa la mayoría de edad. Tiene a una bebé de 29 días de nacida y necesita pañales y leche. Va a encontrarse con el padre que vive a unas cuadras de su casa y se encuentra con un operativo de la policía judicial que va tras unos secuestradores, entre ellos el papá de su hija. De pronto, ella, sin tener nada que ver, ya está considerada parte de la banda. Se la llevan detenida. A la recién nacida también. Ambas aparecen en las listas. Sufre tortura para que admita que es parte de esa red. Aunque los hechos sucedieron en Veracruz, la llevan a un penal en Tlaxcala para ser juzgada. A la bebé la entregan al DIF para que se inicie un proceso de adopción. La abuela aparece en escena para recuperar a su nieta. Logra llevarla a casa y comienza su función de abuela/madre. Haber estado en el momento equivocado, aunque fuera por la razón correcta, les cambió la vida a las tres.
Se inicia el juicio penal en su contra. También contra el papá de la niña. Él tiene más suerte porque, aunque es culpable, todavía no cumple la mayoría de edad. Él recibe una sentencia corta y se va a casa, ella es condenada a 50 años de prisión. Su mundo se detiene. Ella y sus sueños quedan encarcelados. Viene el gran reto de demostrar su inocencia, de presentar las pruebas, de ir y venir infructuosamente entre los laberintos procesales propios del Derecho. La esperanza a veces se afianza y a veces se desvanece. Una razón para que se mantenga viva es la aparición venturosa del Centro José Agustín Pro que decide acompañar el caso. Se trata de demostrar que Keren Selsy Ordóñez es inocente. Se solicita una inspección del lugar de los hechos y la revisión de la puesta a disposición de la policía para demostrar que fue arbitraria.
Keren jamás fue abandonada por su familia, un privilegio del que normalmente no gozan todas las mujeres privadas de la libertad. Ellas normalmente son abandonadas a su triste suerte.
La hija de Keren va creciendo y tomando conciencia de su entorno. Su abuela le habla con la verdad y ella se suma a la espera. A la larga espera del momento en que su mamá sea declarada inocente. Los días también son largos para ella, no solo por su percepción de niña sino porque es un día que sus ansias fuertemente desean.
Pasaron más de 9 años para que se lograra demostrar la inocencia de Keren. El pasado 22 de abril, el Tribunal Superior de Justicia de Tlaxcala revocó la injusta sentencia condenatoria que había declarado a Keren culpable de un secuestro que no cometió. Así fue informado en las redes del Centro Pro.
El proyecto de resolución estuvo a cargo de la magistrada Mary Cruz Cortés Ornelas. Sus compañeros de Sala apoyaron la resolución que concluyó que lo que constaba en el expediente carecía de valor probatorio suficiente para acreditar la responsabilidad penal de Keren.
La resolución implicó mostrar la vulnerabilidad en la que se encontraba al momento de la detención. También señaló que el juez de primera instancia, José Eduardo Morales Sánchez, lejos de construir un análisis jurídico objetivo, se basó en prejuicios sobre los roles de género y restó credibilidad al testimonio de Keren.
Hoy no vamos a enfocarnos en las otras mujeres que esperan justicia. Vamos a hablar del abrazo prolongado que por fin Keren pudo dar a su hija y a sus padres. Y de la felicidad de la niña porque ya tiene a alguien “que la peine y la acompañe para ir a la escuela”.
Catedrática de la UNAM @leticia_bonifaz