El 10 de diciembre, fecha en que Naciones Unidas conmemora el aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos, se entregó en Oslo el Premio Nobel de La Paz a la líder opositora venezolana María Corina Machado. Días antes, el 29 de noviembre, se había conmemorado el Día Internacional de las Defensoras de Derechos Humanos.
María Corina Machado ha jugado el rol de defensora de los derechos políticos para que Venezuela retome el camino hacia la democracia. El gobierno venezolano se ha ido endureciendo y no ha habido un viraje desde 1999 cuando Hugo Chávez llegó al poder. El país pasa hoy por momentos particularmente difíciles por la situación interna derivada del desgaste de Maduro y por el particular contexto internacional con el factor Trump de por medio.
Venezuela llegó a las elecciones de julio de 2024 en condiciones de emergencia humanitaria que ha forzado a casi 8 millones de venezolanos a migrar como consecuencia de una fuerte crisis económica que pegó a los mínimos de subsistencia alimentaria, con una afectación en el sector salud por el desabasto de medicamentos y la falta de mínima atención médica. Esto, acompañado de violaciones graves a derechos humanos en el ámbito político.
El liderazgo de María Corina Machado surgió ante la impotencia y la desesperanza de millones de venezolanos. Ella eligió, desde adentro, el camino pacífico de las urnas para provocar el cambio. En un país con familias separadas por el exilio forzoso, ofreció en campaña el mejoramiento de las condiciones económicas y la ansiada reunificación familiar.
Originalmente, María Corina había optado por estrategias como el boicot electoral, la solicitud de sanciones económicas e incluso el uso de la fuerza desde el extranjero. Si hubiera optado sólo por ese camino, posiblemente no hubiera sido reconocida con el Nobel de La Paz. Este premio se le otorgó por la búsqueda del cambio a través de la vía electoral pacífica, es decir, por haber participado en unas elecciones que, al final, fueron controladas por el gobierno de Maduro con cuestionados resultados oficiales a favor del régimen.
Después de que no hubo reconocimiento a la voluntad popular y de las acciones represivas del gobierno de Maduro hacia Machado, ella se replegó y no tuvo más opción que, separada de su familia, vivir en la clandestinidad.
Después de las fallidas elecciones, le ha sido difícil recomponer su presencia física en el terreno y ha vuelto al discurso inicial donde pareciera que duda de que los venezolanos podrán definir solos su futuro con guiños al gobierno de Trump y a otros movimientos afines a su ideología. Un sector importante le reclama no haberse pronunciado en contra de las ejecuciones extrajudiciales realizadas por Estados Unidos en el mar Caribe o respecto de la deportación irregular de venezolanos deportados a El Salvador desde ese país.
Tras recibir el Nobel de La Paz, María Corina lleva un peso adicional sobre sus hombros, no sólo porque los ojos del mundo estarán sobre sus acciones, sino porque necesariamente deberá optar por soluciones pacíficas en su estrategia futura. La recepción del Nobel lleva implícito el mandato de búsqueda civilizada y pacífica de la solución de los conflictos internos e internacionales. El destino de Venezuela debe ser decidido por los venezolanos y por nadie más, aunque, como siempre, los afanes intervencionistas estén a la orden del día.
Catedrática de la UNAM @Leticia_bonifaz

