En estos días de activismo para erradicar la violencia contra las mujeres, me tocó coincidir con doña Irinea Buendía, la madre que se volvió activista a partir del feminicidio de su hija Mariana Lima. Fue muy emotivo que, por primera vez, ella estuviera en la Facultad de Derecho de la UNAM, donde su hija alcanzó los créditos hasta ser pasante.
Doña Irinea, con la mirada firme y la voz fuerte, comenzó a narrar, sin dejar de mencionar el menor detalle, cómo fue el proceso de violencia que vivió su hija a manos del policía judicial del Estado de México, Julio César Hernández Ballinas. Usualmente se nombra a las víctimas, pero no al agresor. Ella pronuncia, aún con dolor, el nombre de su hija y con rabia no contenida el del feminicida.
La Señora Buendía también comparte lo que fue su largo y tortuoso camino en búsqueda de la justicia hasta que logró, después de pasar por varias instancias, que Ballinas fuera sentenciado a 70 años de prisión.
Doña Irinea maneja el lenguaje jurídico y de medicina forense con magistral tino y cuenta cómo ella, en calidad de víctima, se tuvo que ir especializando, particularmente para demostrar que lo que el señor Ballinas quiso presentar como suicidio desde un principio, se trataba claramente de un feminicidio. Hoy pide que todos los casos que se registren como suicidios y accidentes de mujeres se investiguen como posibles feminicidios.
La Procuraduría del Estado de México decretó, en su momento, el no ejercicio de la acción penal, todo acomodado a como Ballinas había querido que se plasmara. Doña Irinea da incluso el nombre de la perita que fue cómplice del pacto patriarcal. También quiere que se sancione a los servidores públicos que intencionalmente distorsionen los hechos.
Después de impugnar el no ejercicio, un juez del Estado de México confirmó que se había tratado de un suicidio. Se interpusieron dos amparos; fue el segundo el que provocó que el caso llegara a la SCJN por atracción. El proyecto de resolución se turnó a la ponencia del Min. Gutiérrez Ortiz Mena y Karla Quintana Osuna fue la Secretaria de Estudio y Cuenta que proyectó la sentencia que se conoce como Mariana Lima. A petición de Doña Irinea, el expediente no es un número, sino que tiene nombre.
La resolución de la Corte con estándares internacionales ordenó que se reabriera el caso y ordenó que las investigaciones para determinar la culpabilidad se realizaran con perspectiva de género como la Corte Interamericana había ordenado al Estado mexicano desde la sentencia de campo algodonero. Sólo así no quedó en la impunidad. Ballinas, que para entonces ya había sido ascendido a comandante, vio de pronto que la justicia lo alcanzaba. No podía imaginar que sus suegros, a los que siempre menospreció por su menor educación y nivel social, hubieran movido tierra, mar y cielo para lograr justicia por Mariana. El “no me va a pasar nada” del que estaba tan seguro, se fue diluyendo hasta que fue aprehendido y se le dictó la sentencia. Este caso forma parte del escasísimo porcentaje en que el perpetrador termina cumpliendo una condena.
Doña Irinea decidió emprender una gira de difusión del caso por todo el país porque sabe que el precedente puede servir a muchas mujeres más. Al día de hoy, le falta visitar 5 Estados. Ella no quiere más minutos de silencio, sino que, con la voz en cuello, se narren las historias y se griten los nombres de víctimas y agresores.
Catedrática de la UNAM @leticia_bonifaz