Esta semana pasaron muchas cosas en el país. Muchas. Pero la mayoría de ellas quedaron fuera del foco mediático por un solo motivo: el conflicto entre la presidenta y un expresidente que dejó el cargo hace 25 años.
No debería sorprendernos. Este tipo de dinámicas son recurrentes, especialmente cuando hay temas incómodos que no conviene discutir. Por ejemplo, el escándalo de Televisa leaks que expone no solo preocupaciones graves sobre el manejo de interés dentro del Poder Judicial de la Federación, sino también sobre los perfiles que se están proponiendo para ocupar un lugar en la Suprema Corte de Justicia.
Uno de los aspirantes ha sido señalado —y no por el apellido que carga, sino por algo más grave: sus credenciales, su manejo de información, y su idea de lo que significa ser un “especialista en derecho penal”. El hecho de que alguien con serias probabilidades de llegar a la Corte haya decidido ventilar en redes sociales conflictos del pasado, revelando información guardada por más de 25 años justo ahora que se cuestiona su idoneidad, es profundamente alarmante.
¿Ese es el perfil militar que va a sustituir a ministros que han optado por el progresivo en los derechos humanos? ¿Eso es lo que entendemos por justicia democratizada?
Pero no fue lo único que pasó esta semana. Volvieron los reportes sobre pinchazos en el Metro, una forma de violencia que muchos trataron por años como una leyenda urbana, pero que ahora vuelve con más fuerza. A pesar de las denuncias, la fiscalía no ha dicho nada sobre el contenido de estas inyecciones, los efectos en las víctimas o si hay un patrón en los ataques. ¿Qué grupo está siendo atacado? ¿Cuál es el objetivo?
Y mientras todo eso ocurre, hasta las noticias sobre influencers pasaron sin mayor reflexión. El caso de Lupita TikTok —donde intervino el DIF de Nuevo León por presunta negligencia hacia su hija recién nacida— nos revela una cadena de omisiones. La participación de Mariana Rodríguez, el uso de redes sociales para tratar un asunto tan delicado como la salud de una bebé, y los comentarios capacitistas, clasistas y racistas hacia la maternidad de mujeres con discapacidad, muestran lo lejos que estamos de garantizar el interés superior de la niñez.
La Corte ya ha hablado antes sobre esterilización forzada y los derechos reproductivos de mujeres con discapacidad. Pero eso parece no importar cuando se trata de ganar clics o construir narrativas desde el poder.
Y por si fuera poco, esta semana también nos enteramos —casi siete meses después de su desaparición— de que la abogada Sandra Domínguez fue localizada sin vida. Sandra defendía los derechos de mujeres indígenas y encaró al gobierno de Oaxaca por sus omisiones. Su nombre debería estar en todos los encabezados así como lo exigencia de justicia.
Pero no. El efecto Zedillo lo cubre todo.
No sé hasta cuándo vamos a permitir que estas cortinas de humo sigan ocupando el centro del debate. Pero los temas que ignoramos hoy nos van a explotar en la cara. Y no va a haber distractor que lo oculte.