Esta semana vimos un momento vergonzoso en la Cámara de Diputados, cuando diputadas respaldaron al flamante diputado Cuauhtémoc Blanco para evitar que fuera sometido a un proceso de desafuero, esto a partir de acusaciones por violencia sexual. En lugar de permitir que se investigue, cerraron filas para protegerlo. Y, por si fuera poco, el mismo Blanco ha avivado la discusión sobre las denuncias falsas, al presentarse como una posible víctima de una acusación inventada.
Como era de esperarse, las redes, “activistas” y ciertos medios aprovecharon el momento para resucitar uno de los mitos más peligrosos y persistentes de la conversación pública: el de las mujeres que “arruinan vidas” con denuncias falsas.
En cuestión de horas, volvimos a escuchar el argumento de siempre: que es facilísimo denunciar falsamente a un hombre en México, que hay mujeres “malvadas (y feministas) que lo hacen por despecho o por beneficio, como si la denuncia fuera un arma caprichosa y no un último recurso frente a la violencia. Como si ir a denunciar fuera comprar un camramel machiato
Pero este discurso ignora —o finge ignorar— una verdad contundente: en México no se denuncia con facilidad; se sobrevive y resiste al intento de hacerlo.
Y hablo desde la experiencia. Yo sí he pisado fiscalías, he acompañado procesos y puedo decirlo con claridad: denunciar no es un trámite, es una carrera de obstáculos y resistencia.
Desde el primer paso, el sistema desconfía de ti. Si llegas a una fiscalía que no es “especializada”, probablemente te dirán que no pueden recibir tu denuncia, aunque la ley no impide que lo hagan. Te envían a otra sede —más lejana, más saturada— como primer filtro de desgaste.
Si denuncias violencia familiar y tienes lesiones visibles, te mandarán al médico legista. Aunque tus heridas sean evidencia suficiente, te dirán que hay que clasificarlas para ver si son “punibles”. Si sanan en menos de 15 días, según ellos, no hay delito. Una mentira disfrazada de protocolo, que sirve para desincentivar la denuncia.
Si denuncias violencia sexual, te preguntan si te bañaste después de los hechos. Si dices que sí, comienzan las dudas: “ya no hay pruebas”, “ya no se puede investigar”. Como si el problema fuera tu higiene y no la agresión.
Y si a pesar de todo decides seguir adelante, comienza la manipulación emocional. — ¿Estás segura de denunciar al padre de tus hijos? — ¿Sabes que podría ir a la cárcel? — ¿Quién te va a mantener si él está preso?
La presión no es sutil. Está diseñada para que renuncies a buscar justicia antes siquiera de abrir una carpeta. Y si insistes, prepárate para repetir tu testimonio múltiples veces: con el ministerio público, con el auxiliar, con la policía de investigación. Cada entrevista es una nueva revictimización.
Y mientras tanto, allá afuera, las voces repiten que denunciar es facilísimo.
Y sí, el tema de las denuncias “falsas” es complejo, pero también profundamente manipulado. Es urgente señalar cómo se instrumentaliza el miedo para reforzar un uso punitivo del Estado que no resuelve nada, pero sí castiga con saña a quienes viven en la precariedad. Figuras como la prisión preventiva oficiosa o los jueces sin rostro no son una garantía de justicia: son mecanismos autoritarios que afectan de manera desproporcionada a hombres y mujeres pobres, racializados, migrantes, jóvenes de barrios marginados. Es un tema estructural, pero algunos —curiosamente siempre los mismos— insisten en responsabilizar a las mujeres y a los feminismos por sus propios sesgos políticos y su miedo a perder poder.
Entonces no, no es fácil inventar una denuncia. No es rápido, no es cómodo, no es impune. Las mujeres no están haciendo fila para destruir la vida de un hombre. Lo que hacen, todos los días, es intentar sobrevivir al sistema.
Tan solo esta semna mexico nuevamente fue llevado ante la corte idh por otro caso de feminicidio y omisiones en la investigación, esta vez por el caso de lilia alejandra garcía andrade una adolescnete que fue asesinada en ciudad juarez en 2001, su madre, la maestra norma andrade narro como desde el momento que acudió a la entonces procuraduría la revictimización se presentó para imposibilitar denunciar la desaparición “esperese 72 horas” le dijeron, algo que desafortunadamente del 2001 al 2025 no ha cambiado mucho.
Las fiscalías son campos de hostilidad sistémicas, las víctimas luchan con lo que tienen
El discurso de las “denuncias falsas” no busca justicia. Busca silencio. Busca que las mujeres se callen. Porque cuando hablamos, cuando nombramos lo que nos hicieron, cuando señalamos al agresor, también dejamos en evidencia lo que el Estado no ha hecho.
Y si algo hay que denunciar con fuerza, es justamente eso.