Aunque las campañas en los estados que tendrán elecciones el domingo han pasado con más pena que gloria, se han convertido en ruido de fondo para el debate nacional. Cuando digo “ruido de fondo” no menosprecio, sino que al igual que ocurre con los ruidos primigenios del universo, en estas dos entidades se están configurando incentivos políticos que pueden condicionar los desenlaces del proceso el 2024.

Veamos algunos. Si Delfina gana Edomex con un amplio margen, la partitura presidencial se habrá revelado como eficaz. No importa qué candidata pongas, la estructura oficialista y el apoyo de AMLO son suficientes para ganar. Si esto ocurre, las posibilidades de que el presidente se persuada (más aún) de un triunfo cómodo de Claudia Sheinbaum, que tiene más méritos y menos pecados que Delfina, se reforzará. Si por el contrario, el triunfo de Delfina es precario, el presidente tendrá que preguntarse si una candidata que sólo asegura el voto de los convencidos (aunque sean muchos) pone en riesgo el resultado del proceso y se movería paulatinamente hacia un candidato que sea más aceptable para las clases medias. Y finalmente, un triunfo de Alejandra del Moral pondría al presidente en la muy previsible narrativa victimista: ¡nos robaron la elección los del grupo Atlacomulco! (que por cierto han apoyado decididamente todas sus políticas) y doblaría su apuesta de jefe de campaña.

En la oposición los incentivos pueden también ser variados. Para el PRI sería una bocanada de oxígeno, le daría más capacidad de negociación en las candidaturas y por supuesto en la confección del próximo Congreso. Para el PAN puede ser muy valioso si se demuestra que gracias a los votos del cinturón azul se logró el triunfo, a pesar de la parsimonia del gobernador. Para Del Mazo, igual que ocurrió con Murat en Oaxaca, el resultado es igualmente bueno. Si gana Delfina, él acreditará su no intervención; y si ganara Del Moral obtendría un relieve político que hasta ahora no ha tenido. Para el PAN, una derrota lo pone ante la necesidad de repensar su socio de la coalición y a lo mejor la opción azul-naranja adquiere fuerza.

En el caso de Coahuila los efectos son también interesantes. Una 4T fragmentada medirá el efecto real de su discordia. Si en vez de Guadiana ponemos Sheinbaum y en vez de Mejía ponemos Marcelo, las cifras finales harán pensar mucho al presidente sobre la fractura de su partido y los incentivos de sus socios políticos, hasta ahora ninguneados en el proceso de selección. Los socios de AMLO (PT y PVEM) podrán llegar a la conclusión de que si con el socio mayor les ha ido bien, tal vez solos (con candidatos medianamente competitivos) puedan tener un mejor resultado. Todo esto visto desde su perspectiva partidista que es su ángulo principal. No se puede ser demasiado severo con el Verde cuando hemos visto a las dirigencias del PAN, PRI y MC moverse mucho más por un cálculo personal, que por consideraciones más amplias. Una derrota de la 4T en Coahuila, pero con mucha distancia de Mejía, puede ser la mejor opción. Pero tal como están las cosas, si Mejía entra a zona de competencia por el segundo lugar, en Palacio Nacional tendrán elementos para pensar las cosas de forma diversa.

En fin, muchas combinaciones que no necesariamente afectarán de manera determinista el proceso del 24, pero claramente generan incentivos para comportamientos diferentes. Veremos qué dicen los electores y las estructuras, porque esta elección les corresponde a ambos.

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