El poder es como el mercurio. Si está contenido, puede tener funciones útiles, incluso ser estéticamente atractivo. Pero fuera de su continente, tiende a desparramarse y dispersarse de forma imprevisible, mercurial.

En los últimos tiempos, tenemos un plano doble de la política nacional que nos permite entender mejor la analogía. Por un lado, veo muchas columnas, declaraciones y desplegados con un argumento similar. Todas valoran positivamente la gestión de la relación con Estados Unidos. Se congratulan de su prudencia, su temple y para efectos prácticos, que se haya centrado en no confrontar al poderoso presidente de Estados Unidos y evitar cualquier elemento que lo pueda irritar y preservar en los márgenes el acceso al mercado norteamericano. No tengo ninguna objeción en compartir esta apología de la templanza y la moderación, que en gran medida es hija de la contención política, que es a su vez producto de la asimetría en el poder de los dos países y el contrapeso que supone el poderío económico y político de Trump. La presidenta se comporta de una forma racional y pragmática, considerando la correlación de fuerzas, tratando de mantener la estructura del T-MEC, porque (además de sus virtudes como estratega) no puede hacer otra cosa. Estados Unidos es un contrapeso directo que ha obligado al gobierno mexicano a revisar su política de seguridad y ahora lo obligará a revisar muchas de las políticas que son percibidas como barreras no arancelarias. Algunas de ellas pueden ser la prohibición de transgénicos, la integración de los órganos autónomos y una política energética que reduce la competencia. En los próximos meses veremos cómo desmontan, matizan o adaptan algunas de sus reformas para dar garantías de que no se están usando para reducir la competencia. ¿Se hubiesen modificado de no mediar una presión externa?

En breve (se anunció) tendremos un acuerdo en seguridad, lo cual también es digno de aplauso, pues en sólo unos meses CSP y su equipo han logrado dar la vuelta al modelo del primer piso de la 4T. El acuerdo con Trump estará basado en la contención de migrantes, la militarización de la frontera y la destrucción de narcolaboratorios. Los resultados están a la vista y sin quitar méritos al gobierno de México, ¿se hubiesen conseguido a este ritmo sin la presión externa?

De manera contrastante en el plano interno, el mercurio se desparrama de forma potencialmente tóxica. Las élites se comportan como lo que son: las hijas del privilegio. Desde viajes hasta censuras previas, los morenistas enseñan que el poder es para poder, no para servir. Saben, además, que no pagan costo por usarlo. Los bien pensantes de la CDMX hablan de Sansores (o de Adán) como si fuesen extraterrestres y no el ADN original de Morena. Sin contrapesos, el poder pierde todas sus virtudes; los excesos y abusos tienden a ser la norma.

Ahora amenazan al país con una reforma electoral. Lo harán porque no hay nada que los detenga. La mejor cara del gobierno (que despierta tanto entusiasmo en un sector de la opinión) es la contención y la moderación. Escuchaba a una compañera entusiasmada describir a CSP como una científica feminista y cosmopolita, que se enfrentaba a un populista imprevisible como Trump. La presidenta tiene, en efecto, esa faceta externa producto de los límites que la propia realidad establece, pero internamente es la responsable de la reforma judicial y ahora tiene en sus manos evitar una regresión autoritaria por la vía que están usando todos los autócratas, que es cambiar las reglas electorales para beneficiar a su partido.

Analista. @leonardocurzio

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