Es probable que, fiel a su estilo, Donald Trump estire la liga una vez más tratando de obtener resultados mayores de la acción directa del gobierno de México y difiera de la aplicación de aranceles. Ya lo veremos. Pero no hay manera de que desestime tres elementos:
a) El enorme esfuerzo que el gobierno mexicano ha hecho por dar resultados en el frente de la seguridad y en la contención de la migración.
b) El encarrilamiento de una acción conjunta entre los dos gobiernos, que se deriva de las reuniones de alto nivel.
c) La entrega a la justicia americana de la aristocracia criminal mexicana sin restricciones ni papeleos. Una especie de Puerto Mariel benigno.
La presión directa ejercida con la amenaza de los aranceles ha generado resultados impresionantes. Me parece oportuno reconocer que son relevantes en dos marcadores diferentes. El primero es el desempeño gubernamental. Queda claro que hay un liderazgo en la Secretaría de Seguridad y que un profesional ha tomado las riendas de la estrategia. Después de un sexenio en donde la titularidad estuvo en manos de políticos, hoy está un técnico que conoce el oficio y por tanto puede dar resultados con rotundidad. Según las estimaciones del propio gobierno mexicano, los golpes a las estructuras criminales han tenido un impacto económico superior a los 300 mil millones de pesos. Esta cifra es casi el doble del programa de infraestructura que anunció el secretario Esteva (170 mil millones). Han destruido narcolaboratorios, cuya existencia antes se negaba, y ha habido múltiples detenciones. No hay manera de regatear el esfuerzo y tampoco la eficiencia. En el ecosistema de la 4T, dominado por las lealtades políticas de la improvisación (la “chambonería”), desplegada en casi todas las áreas del ejercicio gubernamental, ha sido la norma y por tanto este desempeño contrasta favorablemente. Hemos visto que, desde la confección de leyes, que tienen que irse retocando sobre la marcha para enmendar los errores, hasta la edificación de infraestructura mal planeada y nunca terminada, el que una Secretaría muestre capacidad ejecutiva es digno de encomio.
El segundo marcador es político. Es digno de aplauso el gesto resolutivo de la presidenta de expulsar a un paquete de criminales de diversas generaciones sin precedente en la historia de la cooperación entre los dos países. No puede regatearse el mérito, ya que las resistencias internas de los gobiernos han sido muy frecuentes. Un ejemplo: en el último tramo del gobierno de Fox, se congelaron las extradiciones y sólo en 2007 encontramos una determinación parecida a la que en 2025 muestra Sheinbaum.
La presidenta pone su parte en la balanza y paga una factura interna, pues la eficiencia de su Secretaría y su determinación para extraditar dejan mal parada a la administración anterior que en materia de seguridad si algo hizo, lo hizo mal, y sólo enredó el discurso de las causas y los consabidos abrazos con una incapacidad de ir al fondo del asunto. No lo dirán públicamente porque los dos secretarios de AMLO hoy están en posiciones relevantes, pero allí están los hechos. El gobernador de Sinaloa ha quedado en paños menores y por lo tanto no hay manera de no ver aquí un corte definitivo con la estrategia del gobierno anterior en esta materia.
En contención migratoria, el planteamiento de Sheinbaum es similar al de 2019 y muy probablemente se mantenga la militarización de las fronteras. Queda por definir qué van a hacer con el control de las aduanas que en México han demostrado ser una enorme coladera. ¿Van a permitir una inspección conjunta a fin de transparentar ante los vecinos que el trabajo de inspeccionar carga y cortar las líneas de abasto del fentanilo es una prioridad del gobierno mexicano? Me parece que es una forma muy útil de construir confianza.
Analista. @leonardocurzio