Han extinguido varios institutos autónomos con una argumentación extraordinariamente pobre. Aun en este país, que parece estar dominado por la uniformidad, este tema generó preocupación en un sector amplio de la población. Cierto es que entre las clases populares (y quienes tienen hasta primaria) avalaron mayoritariamente la extinción de los órganos autónomos, pero era visible, en la encuesta de Alejandro Moreno, que a mayor escolaridad correspondía una opinión más crítica a la decisión de la mayoría. Queda, pues, para la historia de nuestro parlamentarismo, como quedaron exhibidos varios legisladores, que en su momento votaron por la instauración de estos órganos y después, con la mano en la cintura, votaron lo contrario. Para ellos no hay historia intelectual, coherencia o principios, porque tal vez nunca han creído en nada. Todo es igual, nada es mejor como dice el gustado tango. Probablemente no tienen más ideas que las que su líder político les instruye al momento. Su función es ancilar, están para servir, no para pensar.

La 4T se muestra en el desahogo de esa agenda legislativa tan poco proclive a la reflexión intelectual y más bien acomodada a los embates estilo Trump, es decir, bravuconadas con chivos expiatorios incluidos. Es todo un síntoma que las bancadas mayoritarias prescindan de la propia producción intelectual que algunos de sus cuadros fundadores han generado.

Un caso interesante es el de Irma Eréndira Sandoval, quien fuera secretaria de la Función Pública en el gobierno de López Obrador. Ha escrito un libro titulado “La corrupción estructural”, que tuve la fortuna de presentar el sábado en la FIL de Guadalajara. Si la bancada de la izquierda, que acaba de aprobar también una ley para habilitar la nueva Secretaría, hubiese leído el texto de Sandoval, tal vez hubiese tenido un aprendizaje colectivo, no solamente por la experiencia de la doctora como secretaria, sino por sus credenciales académicas y el desarrollo de su argumentación.

Claro que en la política de hordas y de porras lo último que necesitas es pensar; lo que necesitas es proclamar y recibir apoyo acrítico. Allí esta el trabajo de Sandoval que demuestra que la corrupción no es un comportamiento individual, sino básicamente una concentración de la decisión pública con más discrecionalidad y una menor rendición de cuentas. A esta fórmula ella agrega el abuso de poder, muy propio de quien puede hacerlo, más la impunidad, es decir, la protección gubernamental de los amigos y una disminución de la participación ciudadana, que en este caso se explica por un contexto de exigencia cada vez menor: a este gobierno le dicen “haga lo que quiera, total, ganó usted la mayoría”.

En el libro de Sandoval queda claro que la corrupción no es sólo un asunto de dinero, sino también de concentración de poder político y en última instancia la corrupción es una forma de dominación política, de impunidad estructural y de exclusión social. El modelo por el que ha votado la mayoría está basado en un sistema doblemente fraudulento que no se revisa no con la extinción del Inai ni con las atribuciones de la nueva secretaría encabezada, eso sí, por una mujer resolutiva y confiable (Buenrostro). Pero volvemos al punto central de la construcción de instituciones: no deben descansar en personas, sino en procedimientos impersonales y un incremento de la rendición de cuentas y la participación ciudadana.

Tal vez sea mucho pedir que la mayoría medite sobre los textos, no de sus críticos ni de los teóricos, sino de los propios fundadores de su movimiento, para tomar decisiones. Está claro que no son tiempos para lecturas o debates intelectuales, son tiempos de venganza institucional y concentración de poder.

Analista. @leonardocurzio

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