En las últimas horas han llovido mezquindades y miopías, pero lo cierto es que hay poca gente con mayores merecimientos para el Nobel de la Paz que María Corina Machado.

Desde hace más de dos décadas, Machado ha sido una de las voces más firmes y valientes frente al autoritarismo del régimen chavista. Ha liderado la resistencia democrática en Venezuela enfrentándose a una de las dictaduras más represivas del continente. Frente al poder construido por Hugo Chávez y Nicolás Maduro, Machado ha insistido una y otra vez en la vía democrática.

Mientras el régimen respondía con censura, persecución y cárcel, ella recorrió el país hablando de ciudadanía y de futuro. Fundó Súmate, una organización dedicada a la defensa del voto, por lo que fue procesada penalmente. Fue diputada hasta que el chavismo la expulsó del Parlamento y la inhabilitó políticamente. Hoy vive en la clandestinidad, consciente de que su libertad, e incluso su vida, corren peligro.

Tras las elecciones de 2024 —en las que Maduro se aferró al poder mediante un fraude masivo documentado por la oposición encabezada por Machado y el candidato Edmundo González— la entrevisté para Letras Libres. Le pregunté cómo creía que la historia recordaría a Chávez.

“Fue el periodo más oscuro de la historia de Venezuela,” respondió. “Ha sido una dolorosa lección sobre el valor de la libertad y la dignidad humana”.

Esa lección ha tenido un costo enorme. Más de 7.5 millones de venezolanos han abandonado el país, la economía se ha contraído más del 80%, los servicios públicos se han desplomado y las libertades civiles prácticamente han desaparecido.

Aun así, Machado siguió adelante. En los meses previos a las elecciones, recorrió Venezuela pese a estar formalmente inhabilitada, organizando redes ciudadanas y alentando al voto. Fue agredida, hostigada y finalmente inhabilitada por el Tribunal Supremo controlado por Maduro. Pero persistió.

Cuando la oposición ganó claramente, el régimen se negó a reconocer la derrota y desató una ola de represión. “Vivimos un terror absoluto”, me dijo. Aun así, se mantuvo firme: “No vamos a dejar de luchar hasta que se respete la soberanía popular.”

Al final de nuestra conversación, le pregunté cómo le gustaría ser recordada. Tras una pausa, dijo:

“Quiero ser recordada como alguien que sirvió a su país, que fue útil para lograr la liberación de Venezuela”.

El valor de María Corina Machado no solo honra la lucha de su pueblo, sino que advierte al mundo sobre la fragilidad de la libertad. Su historia demuestra que la democracia puede perderse sin estruendo, erosionada por el miedo, la apatía o la mentira. Enfrentando a un régimen construido sobre la intimidación y el engaño, Machado ha demostrado que defender la libertad requiere más que convicción: requiere coraje moral. Su lucha es la de Venezuela, pero su advertencia es para todos nosotros.

@LeonKrauze

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