No pasa una semana —quizá ni siquiera un solo día— sin que aparezca una historia de horror y sufrimiento desde la comunidad mexicana en Estados Unidos.
De Los Ángeles a Chicago, donde se concentran las mayores comunidades mexicanas, las redes sociales y el periodismo recogen historias de familias rotas, vidas truncadas, personas maltratadas, sus derechos pisoteados. Hay que decirlo con todas sus letras: millones de personas tan mexicanas como quienes viven dentro de las fronteras del país están siendo amedrentadas y amenazadas —y en muchos casos abusadas— por un gobierno que ha puesto en marcha una campaña de terror con tintes supremacistas.
No es casualidad que hace unos días el Departamento de Seguridad Interior en Estados Unidos haya publicado un mensaje con la palabra “reemigrar”. Esa es la intención: llevar la batalla contra la comunidad inmigrante al terreno de un lenguaje cargado de ecos de limpieza étnica. Eso es lo que está viviendo nuestra gente en Estados Unidos.
Uno podría preguntarse cómo está reaccionando la sociedad mexicana frente a este escándalo. El diagnóstico sería alarmante. La realidad es que a muy poca gente le importa lo que les ocurre a los mexicanos en Estados Unidos. Esa mezquindad miope merece una reflexión mucho más amplia.
Pero hay otra reflexión urgente:
¿Qué está haciendo realmente el gobierno de México ante la campaña de persecución sistemática del gobierno estadounidense?
Se lo pregunté a Francisco Moreno, activista que ha defendido los derechos de la comunidad mexicana en Los Ángeles durante décadas. Preside la Cofem, el Consejo de Federaciones Mexicanas. De acuerdo con Moreno, el gobierno mexicano prometió apoyo desde los tiempos de López Obrador. Todo se quedó en “puras mentiras”.
“La verdad, falta muchísimo”, me dijo Moreno. “Yo quisiera estar frente a la presidenta para decirle que se quiten de mentiras y que hablen con la verdad. No han querido reunirse con nosotros ni vernos a los ojos. El gobierno de México no está apoyando”.
Es un diagnóstico doloroso.
Hace ocho años, cuando Andrés Manuel López Obrador buscaba la Presidencia, viajó a Estados Unidos para reunirse con varias comunidades migrantes. De ahí surgió un libro publicado durante la campaña: Oye, Trump, una colección de reflexiones supuestamente valientes sobre cómo enfrentaría la amenaza trumpista.
Como diría un querido amigo en otro contexto: hoy, ese libro no sirve ni para envolver aguacates.
Todo aquello fueron palabras vacías. López Obrador no solo abandonó a los mexicanos en Estados Unidos frente a la persecución y propaganda trumpista, también dio la espalda a los migrantes centroamericanos que atravesaban México rumbo al norte. Es uno de los capítulos más vergonzosos de su gobierno.
La presidenta Sheinbaum tiene la oportunidad de actuar de otra manera. En distintos momentos ha dicho que el tema del maltrato a la comunidad mexicana forma parte de la agenda con el gobierno trumpista cuando hay oportunidad. Puede ser. Pero los resultados no existen.
Por ahora, lo único que existe es una campaña brutal de amedrentamiento y abuso contra gente buena y trabajadora, gente mexicana. Trump ha puesto en la mira a ciudades de mayoría mexicana.
Es una guerra contra nuestra gente.
¿Dónde está la valentía —la verdadera valentía, no migajas— para defenderlos?
@LeonKrauze