“Tenemos un problema con la verdad”, le dice Sabina Berman a Azucena Uresti mientras le relata cuando se topó el fin de semana con Beatriz Gutiérrez Müller en el aeropuerto de Minatitlán, Veracruz. La periodista contó que la esposa del expresidente se reía de la mentira publicada por el ABC sobre su próxima residencia en La Moraleja, el barrio más lujoso de Madrid. Momentos después, el diario español, a través del periodista David Yagüe, sostuvo que cuentan con fuentes “diplomáticas solventes” que les compartieron la petición de residencia para ella y para su hijo, en la que venían los datos que utilizaron para la nota publicada. No sabemos si la ex primera dama meterá una demanda en la nueva era de la justicia en México, como sugirió en la carta que publicó en redes sociales este lunes, y si el periódico ABC no trae las pruebas a la luz, en efecto, tenemos un problema porque alguien está mintiendo o diciendo verdades a medias. “Ella nos pide boletos, nos pide matrículas, pero es que nuestra información hablaba de un traslado próximo, no efectivo”, dijo el español. “Vivo en México y no pienso mudarme”, declaró ella en un audio transmitido por El Heraldo Radio, con Maca Carriedo. ¿A quién le cree usted?
La confianza está rota. Esto no es nuevo. Es, por el contrario, la cotidiana desde hace varios años en términos de la información y las noticias. La polarización y la digitalización asentaron la base de una sociedad que ya no confía, y vino a meter otro gol la incertidumbre en economía y geopolítica.
Según el Edelman Trust Barometer 2025, apenas el 52% de las personas en el mundo confía en los medios de comunicación. En México, la cifra es de 54%. Es decir, estamos en “zona de desconfianza”. Para dimensionar, la percepción de confianza en los medios en nuestro país es ligeramente superior a la que se tiene de los políticos, pero sigue siendo crítica: menos de la mitad de la población cree lo que publican los periódicos, noticieros o portales.
Si el mundo fuera lógico, el periodismo de investigación, basado en evidencia y tradicionalmente prestigioso, debería estar en auge, como señala el Reuters Institute Digital News Report 2025. Sin embargo, sucede lo contrario: la confianza global en las noticias permanece en un bajo 40%, y en el caso de México está en 36%, ocupando el número 27 de 48 países analizados. Reuters advierte que la inmensa oferta de contenidos en redes sociales sigue drenando la atención al periodismo institucional, mientras que los políticos populistas eluden a la prensa tradicional en favor de medios partidistas amistosos que no harán preguntas incómodas. ¿Le suena?
Y así pasa: las audiencias muchas veces se quedan sin la verdad porque surge otro escándalo que apaga al anterior. Ahí está el caso del Rancho Izaguirre, en Jalisco, que pudo haber sido un campo de exterminio. Se habló de más de 300 víctimas, pero lo que siguió fue una “operación silencio” desde el gobierno estatal y federal, que minimizó la magnitud de lo ocurrido. El tema prácticamente está en el olvido, aplastado por otros escándalos mediáticos que ocuparon la agenda. Si esa es la dinámica, ¿qué se puede esperar de la verdad en un ecosistema saturado y manipulado?
México es un caso particular cuando se habla de medios tradicionales. Recordemos la distinción local entre este periodismo y el chayotero. La historia de publicidad oficial en los grandes medios ya nos la sabemos, misma que cambió algunas formas, pero no necesariamente de fondo desde el sexenio pasado. En resumen, ser un medio tradicional no es garantía de buen periodismo y viceversa. En realidad, siguen siendo muy notorios los medios a favor del oficialismo, tanto como los opositores, y los que son más objetivos.
Pero además, la confianza se pierde no solo por las exageraciones, las desinformaciones y las mentiras, no solo por la polarización y la economía de bajo crecimiento, sino también azotada por la incongruencia cargada de cinismo. Y más que nada, azotada por la permanente impunidad. Más allá del escándalo de esta semana —que recuerda que Gutiérrez Müller, en su momento, tensó la relación con España—, están incontables ejemplos de mentiras y corrupción sin consecuencias. Porque detrás de los cínicos están los irresponsables que nos terminan recordando que si tenemos un problema con la verdad, tenemos un problema mayor con la justicia. Una justicia que, dicen, se renovará… tal vez para las necesidades de la exprimera dama. Y veremos para quiénes más.
Periodista. @lauramanzo