“Lástima que sea mujer”, decía un líder de opinión en la radio sobre Claudia Sheinbaum después de que Trump ganara la elección en noviembre pasado. Argumentaba que él no tenía nada en contra de las mujeres pero que Trump sí, y que eso le preocupaba. Ingenuo analista en cuanto al liderazgo femenino, e ingenuo también sobre Trump. Primero porque si algo hemos visto de la presidenta, y desde hace mucho tiempo, es que no se achica por ser mujer y, al parecer, por ninguna otra circunstancia. Por el contrario, Sheinbaum le responde al republicano y a las otras audiencias que atiende en diferentes niveles: el femenino, el político y el científico. Ella ha sabido cuándo detener las conversaciones que están subiendo de nivel a través de los medios de comunicación; ha sabido cuándo responder con la narrativa lopezobradorista, incluso con mayor gracia que su antecesor, y cuándo responder con datos comprobables. Esta semana, cuando Trump escaló la ofensiva retórica diciendo que México era controlado por el crimen organizado, y que le cambiaría el nombre al Golfo de México por Golfo de América, Sheinbaum, en su mañanera, respondió con un “Yo creo que le malinformaron al presidente Trump porque le dijeron que todavía gobernaba Felipe Calderón y García Luna”. Y entonces alimentó a sus fieles seguidores, y luego hasta les dio una clase de historia, trayendo a la mesa a un experto para explicar que el nombre del Golfo de México ya aparecía en 1607 en un mapa editado por un flamenco, para la compañía Indias de Ámsterdam. Pero su más atinada reacción fue cuando ingeniosamente propuso llamar al territorio del norte la América Mexicana, tal como lo registró este mapamundi del s. XVII. La nota inmediatamente llegó a medios internacionales como el Financial Times y The Guardian, entre otros. Hubo quienes leímos el comentario de la presidenta con humor y otros quienes molestos exigen que desde la conferencia presidencial se toquen los temas más serios, sin detenerse en este tipo de absurdos como el nombre de un golfo.
Ahora, la respuesta más importante de todas es la estratégica. Sheinbaum tiene desplegado a una parte de su gabinete y asesores trabajando en las posibles situaciones a enfrentar a partir del próximo 20 de enero, cuando Trump regrese a la Casa Blanca. Ebrard, secretario de Economía, habla de estar “razonablemente preparados” ante diferentes escenarios, sobre lo retador que será negociar las tarifas del T-Mec, sobre las tendencias proteccionistas y también sobre la posible alineación de Canadá a esa agenda. En la parte migratoria, se anunció el despliegue de abogados para la defensa de los indocumentados, bajo la filosofía humanista, entre algunas otras cosas que se han enunciado sobre la soberanía nacional. Sin embargo, las amenazas y los riesgos van mucho más allá, y analistas como Eurasia Group han advertido subestimación por parte del gobierno mexicano. El think tank ha dedicado un capítulo entero de su informe anual de Principales Riesgos 2025 al “impasse de México”. Dicen, Sheinbaum estará mucho más presionada en la relación ante la deportación masiva, los impuestos a las remesas (que representan el 4% del PIB nacional), y los lazos comerciales del tratado con los países del norte, pero también con China. Atinadamente, el reporte resalta que la presidenta no podría culpar a nadie de sufrir fracasos en su primer año de gobierno, tras la reforma al Poder Judicial. Aunado a esto, la posibilidad de que Trump declare a los cárteles grupos terroristas y se den permisos que hasta ahora no habíamos visto en asuntos del narcotráfico. Pero todo esto, Trump no lo hace porque la dirigente de este país sea mujer, y si osa hacer algún comentario misógino, recordemos que el empresario igualmente desacredita e insulta a los hombres. Así que las advertencias sobre el regreso de Donald Trump, en este específico sentido, no tiene que ver con el género.