De todos los países del mundo, México se ha llevado la peor parte. Desde el primer día, Donald Trump ha tenido a su vecino del sur entre ceja y ceja. Declaró una emergencia en la frontera, trajo de regreso políticas que dejan en el limbo a miles de migrantes en territorio Mexicano, le cambió el nombre al Golfo de México y ordenó catalogar a los carteles de la droga como organizaciones terroristas. Faltó a su promesa de “imponer aranceles del 25% a los productos importados de México desde el día uno,” pero solo aplazó la amenaza unos 10 días.
Vamos por partes: sabíamos que todo esto venía, pero una cosa es escucharlo en campaña y otra es verlo ya como acciones de gobierno. La declaración de emergencia en la frontera otorga más recursos para sellar aún más la línea entre los dos países, incluso con el uso de las fuerzas armadas. 1,500 tropas ya fueron enviadas a la frontera. El fin de la aplicación CBP One y el regreso de el programa Remain in Mexico, o Permanecer en México, significan que, en esencia, el país se convierte en una sala de espera para miles de migrantes. A nadie le gustan las salas de espera. Quienes querían llegar a Estados Unidos de forma legal, solicitando asilo y a través de las herramientas que les habían dado, ahora están atorados en México.
Además, el presidente Trump ya comenzó los operativos migratorios para deportar a “millones” de personas que no tienen documentos para estar en Estados Unidos. La suma de quienes están atrapados en México y quienes serán deportados, amenaza con inundar ciudades fronterizas con personas que no tienen un techo y necesitan un empleo. Tijuana ya declaró un estado de emergencia.
En cuanto a seguridad, la designación de los carteles mexicanos como organizaciones terroristas es, hasta ahora, el paso más audaz que Estados Unidos haya dado. “Esto es algo bueno,” me dijo el senador por Arizona Ruben Gallego. Hijo de migrantes latinos, es un demócrata que celebra esta decisión de un presidente republicano: “los carteles mexicanos son organizaciones muy sofisticadas. Necesitamos más recursos y nuevas maneras de combatirlos”. Y eso es verdad.
Pero también es verdad que este paso es el primero de un camino que puede terminar en el uso de la fuerza militar, unilateral, de Estados Unidos en México. Es cierto que, durante su audiencia de confirmación en el Senado, el Secretario de Estado, Marco Rubio, dijo que favorece la cooperación con México. Cuando yo lo entrevisté aún era senador por Florida, y en aquella ocasión me dijo lo mismo: “eso es algo que debe trabajarse con México”. Pero la sola idea de una acción militaryunilateral en territorio mexicano ya no es descabellada ni lejana. El 20 de enero, cuando le preguntaron si enviaría fuerzas especiales a México, Trump respondió: “Podría ocurrir. Cosas más extrañas han ocurrido antes.”
Y luego están los aranceles prometidos para hoy, 1 de febrero. Un día antes, mientras escribo estas líneas, es imposible adivinar lo que vendrá. La Casa Blanca confirmó que llegarán y serán del 24%. ¿Cuánto tiempo durarán? Incluso unas semanas pueden hacer mucho daño a industrias como la automotriz. ¿Se prolongará una guerra comercial? Eso puede significar, en el largo plazo, el traslado de algunas plantas de México a Estados Unidos. O ¿son los aranceles solo una estrategia de negociación? ¿Quiere Trump tener ventaja a la hora de revisar el T-MEC en 2026?
No lo sabemos. Si algo ha sido evidente en la era de Trump, es que todo puede cambiar de un momento al otro y que, en solo 10 días de gobierno, pueden caber 10 años de sobresaltos.