La segunda presidencia de Donald Trump, caracterizada por la reactivación de su agenda proteccionista, ha impulsado medidas comerciales y fiscales con el fin de fortalecer la economía estadounidense. Las medidas insignia han sido la imposición de aranceles a productos importados y la promulgación de la Ley OBBBA, acciones con repercusiones globales y, de manera particular, sobre México, su vecino y principal socio comercial, al que dirige más del 80% de sus exportaciones. Ante este escenario, resulta esencial examinar los efectos inmediatos y potenciales de estas políticas en la economía mexicana y valorar las oportunidades que pueden abrirse en la coyuntura actual.

La política comercial del gobierno de Trump busca reducir el déficit histórico de Estados Unidos mediante mayores aranceles, disminuir la dependencia de bienes extranjeros y fortalecer la industria nacional. Su anuncio en enero generó un repunte extraordinario de las exportaciones mexicanas hacia Estados Unidos, impulsado por la compra anticipada de inventarios para evitar recargos. Según el U.S. Census Bureau, entre enero y julio de 2025 las importaciones estadounidenses desde México crecieron 6.55% anual, al pasar de 290 mil 720 millones de dólares en 2024 a 309 mil 749 millones en el mismo lapso de este año.

En cuanto al déficit comercial bilateral, este se amplió 17.7% en el mismo período de análisis, de 95 mil 637 a 112 mil 587 millones de dólares, lo que muestra que el objetivo de mejorar el balance comercial aún no se materializa en la relación con México. Cabe señalar que los aranceles aplicados tras varios aplazamientos incluyen: 25% a importaciones mexicanas fuera del T-MEC, 50% sobre acero y aluminio, 25% a automóviles y autopartes que no cumplen con contenido regional, y una cuota compensatoria de 17.09% al jitomate. Lo anterior pone en evidencia que nuestro país ha sido uno de los menos afectados a nivel mundial por la imposición de estas barreras.

En el ámbito fiscal, la Ley “One Big Beautiful Bill Act” (OBBBA) refuerza la visión nacionalista conocida como MAGA, incentivando la inversión en su propio territorio mediante deducciones fiscales del 100% en activos fijos y mayores créditos para investigación y desarrollo. Empresas como Apple, Hyundai, AstraZeneca y Micron han anunciado proyectos de manufactura y tecnología en Estados Unidos, confirmando que la política comienza a dar los resultados buscados. Este enfoque fomenta el inshoring, desalienta inversiones en otros países y ha afectado a México: la Gigafactory de Tesla en Nuevo León fue pausada indefinidamente ante los aranceles de 25% a estos productos.

Según datos preliminares de la Secretaría de Economía, la nueva inversión extranjera directa proveniente de Estados Unidos cayó con fuerza en 2025. En el primer trimestre, retrocedió 10.3% anual, de 608.6 a 546.1 millones de dólares; en el segundo trimestre, la baja fue de 21.8%, de 507.3 a 396.5 millones, lo que representó un retroceso semestral de 15.5%. Si bien parte de la caída se explica por la política estadounidense, también influyen factores internos como la incertidumbre jurídica y regulatoria, que desalientan la llegada de capital extranjero.

En materia migratoria, la OBBBA endureció el control fronterizo y destinó 46.5 mil millones de dólares a nuevas barreras y otros 45 mil millones a centros de detención y control migratorio, lo que eleva los costos y restringe la movilidad laboral mexicana hacia Estados Unidos, con repercusiones en empleo, remesas y economías regionales. Adicionalmente se impuso un impuesto de 1% sobre remesas en efectivo enviadas desde Estados Unidos. Si bien es una vía relativamente menor en proporción, cabe destacar que de enero y agosto de 2025, este canal se redujo 45.6%, afectando a miles de hogares dependientes de esos recursos, en particular en comunidades con menor acceso bancario.

Las relaciones comerciales en el mundo están tendiendo a una base proteccionista caracterizada por estructuras regionales y de bloques económicos. Ante este entorno, México necesita una estrategia basada en negociación y cooperación con su principal socio comercial. El T-MEC ofrece un marco para amortiguar tensiones y puede convertirse en plataforma para profundizar la integración regional a través de la alineación estratégica regional. Para capitalizar estas oportunidades, resulta imperativo que México combine certeza jurídica, mayor capacidad productiva y cooperación bilateral, de manera que la modernización y renovación del T-MEC sean ejes centrales de su estrategia económica en el mediano y largo plazo.

Presidente de Consultores Internacionales, S.C.

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