Durante 2024, el mercado laboral formal ha experimentado un debilitamiento significativo, que muestra una relación de efecto-causa circular muy estrecha con el desempeño de la economía. Factores como un menor dinamismo económico, el impacto del incremento en los salarios y, por ende, las contribuciones a la seguridad social, así como un estancamiento en la productividad, han alterado las dinámicas del empleo, afectando tanto a trabajadores como a empresas.
En los primeros once meses de 2024 se generaron un total de 619 mil 252 nuevos puestos de trabajo en el IMSS, lo que representa un decremento de 40.2% respecto al mismo período de 2023. Este registro es el más bajo de los últimos 15 años, exceptuando 2020, que fue afectado por la pandemia. Es importante destacar que la generación de empleos desde 2021, aunque había superado el millón de personas (hasta noviembre), muestra una preocupante tendencia a la baja. Históricamente, diciembre es el mes en que se pierden muchos empleos registrados en la formalidad, por lo que se puede esperar que al cierre del año el conteo final sea considerablemente menor y más significativo. Esto es especialmente relevante dado que la afirmación de que contamos con un mercado laboral sólido no se sostiene del todo al observarlo desde la perspectiva de la ocupación formal.
De acuerdo con la ENOE, en el tercer trimestre de 2024 (dato más reciente), al comparar con el mismo período del año anterior, la población ocupada se incrementó en 360 mil 777 personas, pasando de 59.17 a 59.53 millones. Por otro lado, la población desocupada aumentó de 1.83 a 1.84 millones de personas. En términos relativos, la tasa de desocupación se mantuvo sin cambios significativos en 3.0% de la Población Económicamente Activa (PEA).
En cuanto a la informalidad, la medida más amplia indica que esta se redujo de 32.61 a 32.52 millones, lo que significa que pasó de 55.12% a 54.64% de la población ocupada. A pesar de esta reducción, la informalidad sigue dominando el mercado laboral y está directamente relacionada con el bajo crecimiento económico del país. La informalidad no solo afecta a los trabajadores al limitar su acceso a beneficios sociales y laborales, sino que también contribuye a una economía menos eficiente y competitiva. Es innegable la ausencia de políticas efectivas para reducir tanto la informalidad como mejorar la productividad, lo que ha perpetuado esta situación. El aumento en los salarios sin un acompañamiento adecuado en estos aspectos resulta insostenible y poco equitativo.
En México, la productividad laboral ha sido históricamente baja en comparación con otros países de América Latina. Según datos del Inegi, la productividad laboral global mostró estancamiento al tercer trimestre, creciendo únicamente 0.6% anual; este incremento se debe principalmente al sector primario, que creció 3.3%, aunque representa sólo 12.5% de la población ocupada. El sector secundario, que abarca 25% de la población ocupada, experimentó una reducción de 0.3% anual. Considerando el índice de productividad, éste continúa en niveles inferiores a los previos a la pandemia, con una variación negativa de 3% respecto a 2020. La baja productividad está asociada tanto a la informalidad como a los escasos incentivos para que las empresas inviertan en capital humano y tecnológico, especialmente las pequeñas y medianas empresas (Pymes), que representan 99% del total.
Cuando los salarios aumentan principalmente por decreto, la disparidad entre salarios y productividad genera un entorno tenso para las empresas, que ven incrementados sus costos laborales sin mejoras significativas en su eficiencia operativa. A largo plazo, esto podría afectar la competitividad de algunos sectores, especialmente en mercados de exportación donde los márgenes son más estrechos. Esta situación podría limitar su capacidad para invertir, contratar y competir, particularmente en un contexto caracterizado por altas tasas de interés y menor dinamismo económico.
El mercado laboral mexicano enfrenta múltiples desafíos que limitan su capacidad para contribuir al crecimiento económico de manera sostenible. A pesar de los avances en salarios mínimos (que tienen objetivos sociales) y algunas mejoras en las condiciones laborales, la desaceleración en la creación de empleos formales y la baja productividad evidencian la necesidad de una política económica más integral. Para 2025 será fundamental articular estrategias que no solo mejoren los ingresos laborales, sino que también incentiven la productividad, fortalezcan las cadenas productivas y fomenten la inversión en talento humano.
Presidente de Consultores Internacionales, S.C.