El pasado 6 de febrero, el Banco de México redujo por sexta vez desde marzo de 2024 la tasa de interés de equilibrio a un día, pasando del nivel de 11.25%, el más alto en décadas, a 9.50%, dejando entrever que en marzo podría repetir la dosis. Esta serie de decisiones se basa en la aparente disminución de la inflación subyacente. Sin embargo, la contracción inflacionaria no está aislada del entorno macroeconómico de bajo crecimiento, derivado de la incertidumbre, la inversión constreñida y el consumo aletargado. Esto lleva a plantear que detrás de la soltura monetaria del banco central subyace la intención de apoyar la reactivación económica, lo que podría contrariar, en principio, su mandato legal.
Los bancos centrales influyen en el entramado macroeconómico al ser los responsables de gestionar la política monetaria. En este contexto, se mantiene el constante debate —del que nuestra autoridad monetaria no puede escapar— sobre si estas instituciones debieran tener un mandato dual que incluya tanto el mantenimiento del poder adquisitivo de la moneda (control de la inflación) como la contribución al crecimiento económico. Tradicionalmente, la independencia de los bancos centrales se ha basado en la idea de que su enfoque principal debe ser el control de la inflación, lejos de las presiones políticas a corto plazo. En nuestro país, la Ley del Banco de México (Art. 2) lo establece así: “…tendrá como objetivo prioritario procurar la estabilidad del poder adquisitivo de dicha moneda [nacional]…”.
En este contexto, la continua reducción en la tasa de interés objetivo, si bien se sostiene en el argumento de la reducción paulatina de la inflación general —que ha pasado de un valor récord de 8.70% en agosto de 2022 a un registro de 3.69% en enero de 2025—, ubicándose por primera vez dentro del intervalo de variación del objetivo del 3±1% (situación que no se registraba desde hace diez años y durante lo más álgido de la pandemia), no se puede dejar de lado que la actividad económica no ha experimentado sus mejores momentos a lo largo de 2024, terminando incluso con un decremento en el último trimestre. Esta situación no ha escapado de la atención de los miembros de la Junta de Gobierno de Banxico.
Lo anterior se ha reflejado en las discusiones que los miembros de la Junta exponen y que quedan plasmadas en las Minutas correspondientes. De manera particular, en la más reciente se hizo evidente que la caída de 0.6% del PIB en el cuarto trimestre de 2024 acentuaba la debilidad de la actividad económica nacional. Como hemos expuesto en anteriores entregas, el entorno de incertidumbre que las condiciones internas y externas están delineando ha puesto en estado de estancamiento a la inversión productiva, lo que en el corto plazo deteriora al mercado laboral, que exhibe bajos niveles de productividad, derivando en desempleo y debilitando la demanda interna.
En este contexto, la reducción en el crecimiento de los precios refleja en parte el ensanchamiento de lo que se conoce como holgura económica, que deviene en baja demanda. Es precisamente en tiempos críticos, cuando la realidad muestra las complicaciones económicas y financieras, que se destaca la necesidad de estimular el crecimiento y se reaviva el debate sobre el papel del Banco Central de ser más activo en el apoyo a la economía en general. De hecho, lo hace, si bien en la mayoría de los casos a la inversa cuando adopta posturas altamente restrictivas, buscando con todos los medios a su alcance cumplir con su “objetivo prioritario”.
Lo importante en este contexto es que el banco central tenga claro los límites y alcances de la política monetaria. El fenómeno inflacionario generalizado a nivel mundial que se manifestó posterior a la pandemia de Covid-19 fue más un choque de oferta que de demanda, por lo que elevar las tasas de interés sin una combinación apropiada de políticas de corte económico aún mantiene en alta vulnerabilidad a la economía mexicana ante un enrarecido entorno mundial de incertidumbre, proteccionismo y guerras comerciales.
La política monetaria no es independiente de la política económica, por lo que se requiere coordinación institucional y visión de amplio espectro para estimular el crecimiento sin desestabilizar los mercados.
Presidente de Consultores Internacionales, S.C.