Este año El Buen Fin celebrará su decimoquinto aniversario del 13 al 17 de noviembre, consolidado como un importante motor de la actividad comercial en México. Desde su creación, ha buscado estimular el consumo interno y fortalecer el comercio formal mediante promociones y descuentos, convirtiéndose en un termómetro del ánimo económico de los hogares. Para esta edición, la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Servicios y Turismo (Concanaco) prevé una derrama económica superior a los 200 mil millones de pesos, equivalente a un incremento del 15.7% respecto al año anterior. Sin embargo, este optimismo se topa con un entorno económico complejo que pondrá a prueba el poder adquisitivo y las expectativas consumistas de los mexicanos.

El contexto macroeconómico de 2025 no resulta del todo favorable para la expansión del consumo. La inflación general y subyacente se ha mantenido por arriba del rango objetivo del Banco de México, reflejando una presión persistente en los precios de bienes y servicios. En octubre, la inflación subyacente alcanzó 4.28% anual, impulsada por el incremento en mercancías, que llegó a 4.12%, superando el límite superior del rango objetivo de política monetaria.

Entre los productos tradicionalmente demandados durante El Buen Fin, los aumentos de precios son heterogéneos: ropa (3.31%), calzado (1.42%), artículos domésticos (3.65%), cuidado personal (5.67%) y joyería y relojes (6.49%). Por su parte, los bienes esenciales también han mostrado encarecimientos relevantes: las medicinas presentan una inflación acumulada anual de 6.36% y los alimentos de 1.87%, con casos como la carne de res, cuyo precio subió 16.44%.

Aun cuando el salario mínimo aumentó 12% en 2025, el encarecimiento de estos bienes básicos ha erosionado el poder de compra de los hogares. En consecuencia, muchas familias enfrentan un margen de consumo más limitado y menor capacidad para destinar recursos a bienes duraderos o semiduraderos, justo los que concentran la mayor parte de las ventas del Buen Fin.

La alta inflación y el menor ingreso disponible derivado de la informalidad, que con tendencia creciente supera 50% de la población ocupada, han contenido el dinamismo del gasto. De acuerdo con el Inegi, entre enero y agosto el consumo privado registró una disminución promedio de 0.4%. Al desglosar por tipo de bien, los duraderos nacionales crecieron 0.6%, pero los semiduraderos retrocedieron 0.4%. En contraste, los bienes importados tuvieron un desempeño más débil, con caídas de 8.0% en duraderos y 1.2% en semiduraderos.

El Indicador de Confianza del Consumidor promedia 46.2 puntos en lo que va del año, mostrando un ánimo debilitado respecto a 2024. La percepción de los hogares sobre su situación económica actual frente a hace 12 meses se mantiene apenas en terreno positivo, con 51.7 puntos; no obstante, la expectativa hacia el futuro resulta más alentadora, con 57.9 puntos, lo que sugiere que el consumidor mexicano conserva cierto optimismo sobre su bienestar futuro. Este componente emocional podría convertirse en un factor clave para impulsar la participación en El Buen Fin.

El entorno financiero suele ser clave en los transes de las decisiones de gasto, como motor o como factor de riesgo. Ciertamente la política monetaria ha propiciado un tono más expansivo del mercado con la emisión de 2.2 millones de nuevos créditos entre enero y agosto (según datos de la CNBV), el costo real de financiarse sigue siendo elevado. Las tasas de interés promedio en tarjetas de crédito comerciales rondan 45.24%, y en algunos casos superan 70%, lo que limita los beneficios de las compras a plazos o bajo esquemas de “meses sin intereses”. Para muchos hogares, recurrir al crédito será la vía para sostener su nivel de consumo, pero también un riesgo de sobreendeudamiento en un contexto de bajo crecimiento del ingreso real.

En suma, El Buen Fin 2025 se desarrollará entre dos premisas. Por un lado, la realidad económica impone límites claros al consumo: inflación elevada, pérdida de poder adquisitivo, informalidad y un mercado laboral que, pese a la recuperación nominal de los ingresos, no ha logrado traducirse en un mayor bienestar material. Por el otro, persiste el componente emocional y aspiracional del consumidor mexicano, que asocia el gasto con bienestar y aprovecha los incentivos de corto plazo que implican las promociones y el modelo “consume ahora, paga después”.

Así, aun cuando las condiciones racionales apuntan a un desempeño más moderado que en años anteriores, la ilusión del consumo podría nuevamente superar a la cautela económica. El resultado final no solo reflejará el éxito comercial de una temporada de descuentos, sino el pulso real del ánimo con el que los hogares mexicanos esperan iniciar 2026.

Presidente de Consultores Internacionales, S.C.

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