Se lee en el artículo 139 del Código Penal Federal de los Estados Unidos Mexicanos (Libro Segundo Título Primero Delitos contra la Seguridad de la Nación Capítulo VI Terrorismo):
“Se impondrá pena de prisión de quince a cuarenta años y multa de cuatrocientas a mil doscientas veces el valor diario de la Unidad de Medida y Actualización (…):
“I. A quien utilizando sustancias tóxicas, armas químicas, biológicas o similares, material radioactivo, material nuclear, combustible nuclear, mineral radiactivo, fuente de radiación o instrumentos que emitan radiaciones, explosivos, o armas de fuego, o por incendio, inundación o por cualquier otro medio violento, intencionalmente realice actos en contra de bienes o servicios, ya sea públicos o privados, o bien, en contra de la integridad física, emocional, o la vida de personas, que produzcan alarma, temor o terror en la población o en un grupo o sector de ella, para atentar contra la seguridad nacional o presionar a la autoridad o a un particular, u obligar a éste para que tome una determinación”. Me parece que está muy claro, hasta para el penalista más novato: los cárteles mexicanos SÍ usan explosivos, armas de fuego, incendios y otros medios violentos en contra de bienes y servicios públicos y privados. Atacan autobuses de transporte público, vehículos policiales y militares, automóviles privados, camiones de carga privados, camionetas privadas para transporte de mercancías. Incendian calles, avenidas y carreteras que bloquean. Colocan minas terrestres en zonas urbanas y rurales y con ello matan a civiles y militares.
También arremeten, por los mismos medios, contra la integridad física y emocional de los ciudadanos en el municipio que se les antoje, todo esto y lo anterior, justamente para producir alarma, temor o terror en la población. ¿Cuántas escenas así hemos visto en calles, escuelas, centros comerciales, hospitales y hasta iglesias por los ataques de los sicarios miembros de la mayoría de los cárteles del crimen organizado? Hasta en Ciudad de México lo han hecho a plena luz del día. ¿No atacó un comando al mismísimo Omar García Harfuch en una de las zonas más pudientes del país? ¿No nos aterrorizaron a todos?
¿Para qué lo hacen? Para presionar a la autoridad o a un particular, como dice el Código, u obligar a ambos para que tomen una determinación. Por ejemplo, para que un periodista no publique algo, o para que una autoridad se coluda con los capos. ¿Cuántos negocios ha quemado el sicariato para producir terror y obligar a los comerciantes a pagar extorsiones?
“Las sanciones (…) se aumentarán en una mitad cuando, además:
(…)
“III. En la comisión del delito se detenga en calidad de rehén a una persona”.
¿Los narcos mexicanos no secuestran y desaparecen a quien se les da la gana para conseguir sus objetivos, incluyendo a migrantes nacionales y extranjeros?
“A quien utilice aeronaves pilotadas a distancia (…), se aumentará hasta en un tercio la pena establecida”.
¿No utilizan los cárteles mexicanos cada vez con más frecuencia drones para bombardear posiciones de sus enemigos o de las fuerzas de seguridad municipales, estatales y federales, sin importarles las bajas colaterales?
Durante estos días posteriores a la orden ejecutiva de Trump, que considera terroristas a los cárteles, destacados miembros de la aristocracia política e intelectual mexicana han repetido hasta la ignominia que no, que estos hermanitos de la caridad no son terroristas y que a la nación no le conviene que sean denominados así.
Perdón, apreciables jurisconsultos, de acuerdo con las leyes mexicanas, los cárteles de este país sí son terroristas, porque perpetran actos establecidos como terrorismo en el Código Penal Federal. Por tanto, hay que tratarlos como tales. Y si Estados Unidos, España, Italia, o Francia nos ayudan a llevarlos ante la justicia, coordinémonos. Ellos no tienen misericordia, cada vez son más agresivos y temerarios, seguirán escalando su terrorismo, así que, con la ley en la mano y apegado a acuerdos internacionales, México no tiene razón alguna para demostrarles piedad.
Lo demás, es negación o demagogia.
Por favor, supriman ya sus anacronismos nacionalistas y sus espíritus decimonónicos, los cárteles son grupos criminales multinacionales, y lo saben bien. O, si gustan, sigan en lo suyo y peléense virtualmente con la ley en cada foro que tengan, pero acátenla.
TRASFONDO
El argumento más utilizado por quienes se oponen a llamarles terroristas a los cárteles sostiene que éstos, a diferencia de los grupos terroristas tradicionales (ETA, Al Qaeda, etcétera), no tienen reivindicaciones políticas o religiosas. Perdón, no sé dónde han vivido en los últimos años, pero qué mayor reivindicación política que la de reclamar para sí los gobiernos de todos los ayuntamientos que se les antojan.
Los cárteles, como se ha documentado en diversos reportajes publicados en este siglo, gobiernan decenas de municipios y hasta regiones completas. Su pragmatismo y su sencillez política es abrumadora porque contempla todas las coordenadas, todos los espectros: yo soy de izquierda, de derecha, de centro, de extrema derecha, de extrema izquierda, de arriba o de abajo, da igual. Yo gobierno aquí, allá, acullá, o donde requiera gobernar. En cualquier estado o territorio donde necesite producir, vender, o traficar drogas, y gobernar el trasiego de armas, dinero y personas. Yo convierto a todos a mi cultura, la narcocultura, y a mi ideología, la narcodemocracia que reparte dinero a carretadas y en tobogán. Pum. Plata o plomo. Lo sabe el Ejército, lo ha documentado, lo mismo que la Marina, la FGR y no pocas fiscalías estatales: la narcopolítica es una realidad en México. La narcopolítica es el brazo civil del narcoterrorismo.
Dejemos de discutir obviedades, sugiero, y aboquémonos a aprovechar la coyuntura histórica para someter de una vez a esta gente despiadada, antes de que sus bases sociales se nos desborden más y empecemos a tener zombis de fentanilo y derivados en cualquier pueblo, como le sucede a Estados Unidos. Ya ponemos los muertos en esta guerra, ¿también pondremos a los espectros ahora?
El ‘47 no volverá a repetirse. Al menos no ahora.
Twitter: @jpbecerraacosta