Bajaron los homicidios dolosos en el país, informó esta semana el gobierno federal. Comparado con lo que sucedía al final del sexenio anterior, la disminución es notoria: en septiembre pasado (último mes de AMLO) el promedio diario de homicidios dolosos era de 86.9 casos, mientras que en lo que va de 2025 (hasta marzo) es de 72.3, según Marcela Figueroa, titular del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).

Qué bien. Siempre será una buena noticia que haya una disminución en las ejecuciones que provocan las guerras narcas. Sin embargo, si se comparan las cifras anualmente, si exponemos los homicidios dolosos que hubo en marzo del 2024 (2,412) contra los que se registraron en marzo de este año (2,317), el descenso es de apenas 3.94 %. El dato es bueno, pero a secas: se trata de una disminución insuficiente. Para subrayarlo más: 72 ejecuciones cada día son inadmisibles.

Vuelvo a una mirada positiva: que se presente lo que parece una tendencia a la baja genera esperanza luego de tantos años de violencia, sí, es verdad, y que la mayoría de los homicidios dolosos estén concentrados en siete estados también representa un cierto alivio territorial, ya que eso permite intensificar esfuerzos de seguridad en zonas específicas: más de la mitad de los homicidios dolosos (51.4%) se perpetra en Guanajuato (11.8% del total nacional), Estado de México (8.2%), Sinaloa (6.9%), Jalisco (6.5%), Guerrero (6.1%) Michoacán (6%) y Baja California (5.9%).

Pero… en periodismo siempre hay un pero: mientras bajan los homicidios, suben las desapariciones. Y eso es una muy mala noticia. Una pésima noticia porque ya hay suficientes indicios en diferentes estados para afirmar que se trata de una táctica de guerra consolidada por los criminales para evitar el calentamiento de las plazas y la sobreexposición mediática de sus actividades delictivas y de la corrupción policial y gubernamental que suele acompañarlas: no hay muerto, no hay evidencia, no hay delito, no hay nota, no hay despliegue de seguridad importante.

Para comparar, dejo estos datos: en los últimos meses del sexenio anterior, de enero a septiembre, hubo 9,867 desapariciones, personas desaparecidas que ya no fueron halladas. Eso daba un promedio de 1,096 casos por mes. Y la tendencia era al alza: en enero y febrero de 2024 hubo un promedio de 961 desapariciones y en agosto y septiembre el promedio mensual ya era de 1,209 casos, casi trescientos más por mes.

Ahora, en lo que va de este sexenio, de octubre a marzo, la tendencia se consolidó: van 7 mil 538 desapariciones en seis meses, lo que da un promedio 1,256 casos por mes, 160 más que el promedio final del sexenio anterior (1,096). Además, mal augurio, el peor mes fue el pasado, que registró a 1,408 desapariciones.

Hace algunos años los desplantes machistas de los capos del crimen organizado requerían exhibir sus atrocidades para generar terror entre la población y las autoridades y respeto en la mente de sus rivales: tú me matas a tres, yo te ejecuto a nueve; tú me descuartizas a once, yo te decapito a quince; tú me encajuelas a siete, yo te cuelgo a otros en un puente. Eso les daba rating no sólo en los medios sino entre la población que, de boca en boca, hablaba de los muertos que veía cualquier día normal. El desaparecido no vendía, más allá del dolor que generaba directamente en las familias.

Poco a poco, en los últimos años, los jefes del sicariato se percataron que tanto cadáver regado no era buen negocio. Se les calentaba de más la plaza, se llenaba de fuerzas federales, y eso les dificultaba el negocio. porque hasta los gobernadores, que llevan décadas haciéndose güeyes con la inseguridad, tenían que reaccionar ante semejantes tiraderos de cuerpos.

Por eso optan ahora por los desaparecidos, porque los capos se fueron percatando que los levantados no hacían tanto ruido… hasta que las madres buscadoras y los medios empezamos, cada vez más enfáticamente, a alertar sobre esta creciente y miserable táctica de guerra. Afortunadamente, el gobierno federal y algunos mandatarios estatales han entendido que no pueden desaparecer dos veces a los desaparecidos ignorando su existencia y el sufrimiento desgarrador de sus familiares. Empiezan a comprender que tienen que tener tantita humanidad y que por lo menos deben acompañar en sus búsquedas a las madres de desaparecidos.

Bien que desciendan las cifras de los muertos visibles, pero en el gobierno federal no deben echar las campanas al vuelo porque el narco hoy está matando de otra manera: está desapareciendo cada vez más gente, y eso no sólo se tiene que contar y denunciar una y otra vez, sino que se tiene que combatir con toda la fuerza del Estado.

TRASFONDO

Más allá de la estadística, está el México real y palpable del sicariato nacional…

María del Carmen Morales, de 43 años, madre buscadora de Jalisco, junto con su hijo Jaime Daniel Ramírez, de 26 años, fueron acribillados la noche del miércoles en un parque público en Tlajomulco de Zúñiga (zona con fuerte presencia criminal desde hace muchos años), donde estaban captando agua en recipientes porque no tenían abasto en su colonia, según reportaron medios locales. El crimen se registró en el fraccionamiento Las Villas. El colectivo señaló que María del Carmen ya había recibido amenazas anteriormente por sus labores de búsqueda. ¿Qué pasó? Alrededor de las once y media de la noche sicarios a bordo de motocicletas les dispararon y huyeron.

El sello de la casa narca.

No es nueva la saña de los criminales con las madres buscadoras de esa región. Navegando en internet rápidamente encontré que apenas a inicios de este mes murió en un hospital Teresa González Murillo, buscadora del colectivo Luz de Esperanza: una semana antes, tres sujetos ingresaran a su domicilio en Guadalajara y le dispararan. Por si había dudas del odio y del mensaje intimidante de los sicarios hacia otras madres buscadoras, uno de los impactos, según leo, lo recibió Teresa en la cara.

Sí Jalisco de Movimiento Ciudadano no protege a esas mujeres, Claudia Sheinbaum debería ordenar que fuerzas federales las cuiden: es una infamia que sean ejecutadas por buscar a sus hijas e hijos y por denunciar a los criminales y las ineficiencias de las autoridades, que no pocas veces son cómplices de los criminales.

BAJO FONDO

Hablando del Secretariado, que mencioné en el primer párrafo de esta columna, cada vez hace más complicado hallar las cifras de los delitos bien ordenados en su página: hace un par de meses todavía tenían PDFs muy útiles que se hallaban a un click de distancia y ahora te lanza a un proceso de sábanas interminables de Excel con el fin evidente de obstruir la transparencia y con el objeto de disuadir a la gente de una búsqueda de datos expedita. ¿A quién (y argumentado qué cosa) se le ocurrió semejante aberración programática que es un retroceso de décadas? En política, piensa mal y (casi siempre) acertarás: al parecer las tentaciones de opacidad están en todas las áreas de la 4T, incluido el Secretariado.

A ver si a ella (Marcela Figueroa) y a sus colaboradoras y colaboradores en el SESNSP también les corrige la plana la Presidenta, como a los genios de la Ley de Telecomunicaciones que pretendían erigirse en un mal remedo de la Santa Inquisición, pero versión digital 4T.

jp.becerra.acosta.m@gmail.com

Twitter: @jpbecerraacosta

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