Los políticos están confeccionados para defraudar.
Salvo excepciones, así ha ocurrido siempre en México. El mentir está en su gen. El distorsionar los hechos forma parte de su ADN. La simulación les es consustancial.
Muchos funcionarios, aunque no sean estrictamente políticos, clonaron tales usos y costumbres en perjuicio de la sociedad.
Durante años, y especialmente en meses recientes, tanto académicos como periodistas defendimos enfáticamente al Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI). Una y otra vez esgrimimos argumentos para evitar que este organismo, pieza angular en la construcción de la democracia mexicana, fuera exterminado por una ocurrencia de Andrés Manuel López Obrador. Lo evitamos durante el sexenio pasado, pero fracasamos ante la abrumadora mayoría que tiene el actual gobierno federal. Con ello, el país perdió una herramienta indispensable para la democracia: la transparencia que devela las opacidades del poder. No es poca cosa: se trataba de un instrumento que permitió documentar muchos de los más cínicos casos de corrupción del priismo, lo que, en buena medida, provocó que AMLO llegara al poder. Sin los grandes reportajes sobre los abusos priistas a nivel federal y estatal, que indignaron brutalmente a la mayoría de la sociedad (la corrupción fue el combustible del voto antisistema en 2018), probablemente Andrés Manuel nunca hubiera llegado a la Presidencia de la República. Él no generó la indignación de la gente, el solamente recogió los frutos de aquellos trabajos de investigación que tuvieron acceso a informaciones letales para el sistema priista.
Insisto: el INAI era, para decirlo en sus propias palabras, el organismo constitucional autónomo garante del cumplimiento de un derecho fundamental: el de acceso a la información pública. Y eso del “acceso a la información” no era retórica, no era demagogia, no era un discursito de ocasión totalmente palacio, sino el logro de una larga batalla que muchas mexicanas y mexicanos dieron durante décadas, lo cual derivaba en hechos concretos: el INAI garantizaba que cualquier autoridad federal, órganos autónomos, partidos políticos, fideicomisos, fondos públicos y sindicatos, incluso una persona física o moral que recibiera y ejerciera recursos públicos o realizara actos de autoridad, entregara la información pública que solicitara un ciudadano.
Es decir, que usted o yo pudiéramos saber, en primer lugar, en qué demonios se gastaban el dinero nuestros políticos y servidores públicos. Ahora, cuando se concrete la desaparición del INAI, ya no tendremos esa arma, y, por ejemplo, el gobierno federal podrá ser todo lo opaco que quiera y reservar la información que se le antoje sin que haya un organismo autónomo que lo impida.
Pésima noticia para la democracia. E igual de sacudidora es la información que nos ha dado esta semana el sólido periodismo que ejerce EL UNIVERSAL, ya que documentó un vergonzoso caso de presunta corrupción… ¡en el INAI! Funcionarios de dicho órgano fueron denunciados por actos de extorsión a cambio de reducir sanciones económicas a la Federación Mexicana de Futbol.
Y claro, la Presidenta de la República no la dejó pasar: con semejante lodazal, rememoró otras imputaciones por presuntos excesos de funcionarios del Instituto, y con ello justificó la extinción del INAI. “No sé si vieron las notas que han salido en EL UNIVERSAL. Para quienes siguen defendiendo al INAI, trabajadores del INAI (no sabemos hasta dónde llegaba la corrupción), le decían a la Federación Mexicana de Fútbol: ‘Te bajo tus multas a cambio de boletos para el Mundial’. O sea, no solamente eran los centros nocturnos, los viajes, sino la corrupción vinculada con la disminución de una multa. Son delitos penales, la corrupción es un delito penal, y ahí donde todavía exista la tentación de la corrupción, (habrá) cero impunidad”. Gracias, muchas gracias a los compañeros de EL UNIVERSAL por su oficio, sin importar de qué o de quién se trate. Y gracias, muchas gracias a los imputados, que con su codicia han dado la paletada final al INAI, y sobre todo, les han obsequiado la razón a los sepultureros de instituciones democráticas. Enhorabuena.
Qué decepción haber creído en ustedes, qué enojo haberlos defendido en vano, y qué dolor causa esta pérdida irreparable.
Twitter: @jpbecerraacosta