Recién pasé unos días en Zihuatanejo, puerto pesquero de Guerrero con gente muy amable y trabajadora. En sus preciosas arenas, en su bello mar, bajo sus palmeras bailarinas y flotando en sus hamacas, he tenido días y noches entrañables desde hace cuatro décadas: ahí, en el amor y la pasión de las brisas que me soplaban en 1994 (a pesar del tormentoso año político y periodístico que muchos padecimos), fue concebido mi hijo mayor, así que usted podrá imaginar cuánto cariño le tendré por el resto de mi vida a ese lugar que siempre me ha tratado de forma tersa y afortunada, inclusive cuando he ido a hacer complicados reportajes sobre inseguridad.

No era el caso en días recientes, no iba a reportear sino a reponerme de un estremecedor semestre que me rompió en cachitos mis dos corazones (y eso que sólo tenía uno), pero qué se le hace: uno nunca deja de ser lo que es bien adentro en las entrañas, así que dos días me puse a pesquisar cómo se comporta ahí el criminal y despiadado mundo de las extorsiones y el cobro de piso que literalmente le roba el dinero a los negocios que puede, y puede hacerlo con todos, porque así es la impunidad: una glotona muy codiciosa.

Lo hice, reportear el asunto, no sólo porque en estos días el gobierno federal al fin ha volteado a ver con seriedad y empeño hacia ese lacerante cáncer que tanto daña a familias mexicanas, sino porque Zihuatanejo fue el primer municipio del país donde se creó una unidad especializada para combatir tan insaciable delito.

¿Por qué? Porque tuvo una crisis tremenda con este problema al iniciar la actual década y fue por eso que el 23 de marzo de 2023 el entonces gobierno municipal y la fiscalía guerrerense, con la ayuda de la Marina, el Ejército, los gobiernos federal y estatal, y gracias a la colaboración de empresarios, se abocó a crear la Unidad Antiextorsión y la App “Ponte buso”, que era una alusión a los fregones buzos locales, pero sobre todo una súplica para que la gente estuviera atenta y denunciara.

El municipio, que a partir de ese día se volvió un laboratorio no sólo en la Costa Grande de Guerrero sino a nivel nacional, intentaba así enfrentar a los malandros que desangraban a todos los emprendedores locales. Nadie se salvaba, ningún giro: tortillerías, carnicerías, abarroterías, Oxxos, restaurantes, bares, turisteros de todo tipo, y claro, taxistas; todos tenían que pagarle pisaje al Cártel de la Hamaca, como les bauticé hace años a sus primos-hermanos de Acapulco: los tipos (y tipas, porque desgraciadamente también hay mujeres) se la pasan tirados en la hamaca toda la semana y a partir del jueves mandan a sus esbirros a cobrarle cuota a todas y a todos, que no es otra cosa que hurtarle el dinero a la gente trabajadora que se parte el lomo para subsistir semanalmente.

La aplicación Ponte buso sigue activa pero enfrenta un obstáculo natural: el miedo. Los extorsionadores han dado muestras cada año de que varios de sus capos y sicarios pueden ser letales: queman negocios, levantan gente, la desaparecen, secuestran a otros, los golpean y torturan, y asesinan sin pudor. No es fácil decidirte a poner en una aplicación tu nombre completo, tu género, un correo y el número de teléfono móvil como requisito previo para registrarte. ¿Cómo sabe el ciudadano que quien contesta del otro lado no es un corrupto al servicio -por las buenas o las malas- de los criminales y se vengará de la denuncia?

En Zihua el mes pasado el bar Overtime tuvo que cerrar luego de un par de décadas de funcionamiento (¿o fueron más años?), “una leyenda del lugar”, según muchos zihuatanejenses. De acuerdo con lo que averigüé, los criminales exigieron $50 mil pesos mensuales para que siguiera operando. Un barecito de 25 metros cuadrados de largo por 5 de ancho, con mesitas simples de roca y sillas de plástico hubiera tenido que pagar $50 mil pesos de impuesto criminal más impuestos locales más la compra de bebidas y alimentos más sueldos de empleados más electricidad más internet más gas más… No sale. No hay manera. Adiós. El lugar está abandonado. A ver quién va a poner un negocio ahí. “Mejor se va uno a otro estado o a Estados Unidos, con todo y Trump”, me dice un zanka que solía ir a beber ahí las madrugadas.

Semanas después, a 400 metros del lugar, en otra calle del centro, los criminales quemaron tres negocios de una familia. Tres. ¿Qué dicen quienes toda su vida compraron durante décadas mercancías en esos sitios de gente honrada? Que fue por no pagar “cuota” a los criminales. “Incendio misterioso”, me dice un agente policial con más miedo en la mirada que yo al intentar lidiar con un cocodrilo lugareño.

Qué bueno que el Estado mexicano, a partir de esta semana, se considere víctima ante cualquier caso de extorsión o cobro de piso en México. Con Inteligencia, valentía y tecnología, venga, ya es hora de acabar con el infame Cártel de la Hamaca que jode en todo el país. Y si Claudia Sheinbaum y Omar García Harfuch consiguen neutralizar este virus criminal y evitar que más negocios cierren o sean esclavos permanentes de estos vampiros, habrá valido la pena su sexenio.

Veremos, pero mientras tanto, suerte y mucho éxito a las fuerzas federales y a todos los estados y a todos los municipios que le van a entrar: es duro y rudo, pero no se arredren, que millones de mexicanas y mexicanos los necesitan y tienes sus esperanzas puestas en todas y todos ustedes...

jp.becerra.acosta.m@gmail.com

Twitter: @jpbecerraacosta

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