Hace quince días, luego del homicidio del líder limonero Bernardo Bravo en los alrededores de Apatzingán, preguntaba yo en este espacio que cuántas personas valientes más tendrían que ser asesinadas para liberar a la gente de Tierra de Caliente en Michoacán, la cual lleva décadas sometida bajo el yugo del crimen organizado. La insolente respuesta criminal llegó rápido, el fin de semana pasado, con el homicidio del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo. La reacción del Estado mexicano, a través del enésimo “Plan Michoacán”, tampoco tardó mucho en ser anunciada, aunque dudo que con eso baste para neutralizar la hidra criminal que se ha arraigado en esa región del país: qué tiene de novedoso ese proyecto de hoy con respecto a lo que en sus momentos plantearon Calderón, Peña Nieto y AMLO, y que fueron rotundos fracasos.
Yo no veo nada que pueda provocar un cambio profundo, pero suerte.
Carlos Manzo, el asesinado señor del sombrero, era un tipo muy bragado, de los que someten su propio miedo, inclusive sus terrores, al punto de volverse temerario. Muy temerario. Denunció a gritos a cuanto grupo criminal pisó la zona, pero no sólo eso: con sus magras fuerzas policiales persiguió a miembros de cárteles grandotes y también a sicarios, halcones y mulas de grupos de mercenarios locales. Los combatió, a veces los capturó, y los exhibió en redes sociales, sobre todo en Facebook. No sólo eso: en ocasiones, según dijo, sus fuerzas también abatieron delincuentes.
Como si aquello no fuera algo insólito en un alcalde mexicano (normalmente los presidentes municipales se tienen que someter a la infalible ley de plata o plomo del narco y no mueven un dedo), también denunció fuerte al gobernador morenista, Alfredo Ramírez Bedolla, por presuntos nexos con el crimen organizado (de eso lo acusó), y por usar fuerzas policiales para “delinquir”, dijo.
Por eso lo querían mucho, porque era el hombre recio que miles de michoacanos anhelaban para exterminar a los malandros (sí, erradicarlos), una persona que no se andaba con rodeos ni circunloquios cada vez que denunciaba y correteaba narcos y extorsionadores; un tipo que lo veían no sólo como futuro gobernador sino que ya lo candidateaban para la mismísima Presidencia de la República en calidad del Bukele mexicano que, según mucha gente, necesita nuestro país luego de tantos años de fracaso ante el delito de extorsión que crece y crece y crece, como una maldición imposible de conjurar por panistas, priistas, perredistas, petistas, morenistas, MCs y verdes. Si los alcaldes, gobernadores y presidentes y sus equipos militares y de seguridad policial no han podido ni pueden contra los extorsionadores, ¿por qué nos sorprende que gente como Manzo se declare independiente y jale tanta simpatía entre los ciudadanos desesperados que ya están hartos de trabajar doble para pagar impuestos al SAT y pagar cuotas al crimen organizado?
La pérdida de la vida de Carlos Manzo y la extorsión como forma de gobierno (¿no es acaso un impuesto ilegal el que mantiene las finanzas de miles de mexicanos malos?) son una tragedia, pero no son las únicas, hay dos más: una se llama Víctor Manuel Ubaldo Vidales, de 17 años, adolescente originario del municipio de Paracho, en la meseta purépecha, a una hora de Uruapan. Él, según la Fiscalía michoacana, es el niño que asesinó a Manzo. Un niño sicario a las órdenes del CJNG que usó un arma vinculada a otros dos crímenes. Un chavo más que perdemos en esta ruptura del tejido social que ha provocado el crimen organizado con su insaciable codicia y su permanente maldad. ¿Qué tienes que tener en el alma para reclutar jóvenes humildes, enviciarlos con drogas, y convertirlos no sólo en letales asesinos sino en kamikazes, en suicidas? Mucha maldad, enorme perversidad. Son chavos que a cambio de unos días y semanas y meses de dinero y desmadre botan su vida a la basura por unas migajas del tesoro que posee el sicariato nacional.
La otra tragedia es la de Uriel Rivera Martínez, el tipo medio lumpen que agredió a la Presidenta. Sí, fue una agresión. Los 10 segundos que el sujeto tuvo de impunidad para besar en la nuca a Claudia Sheinbaum, manosear su cuerpo y todavía seguir alegando delirios sin que fuera sometido, fueron momentos espeluznantes. Si ella es así de vulnerable, ¿qué les espera a las demás mujeres mexicanas cada día? Pues eso, justamente eso es lo que padecen miles de mujeres en este país misógino y feminicida: machos que hacen los que se les pega la gana. Ahí no para la cosa: así como falló la seguridad municipal y federal de Manzo, es inadmisible que en Palacio Nacional, con dogmatismo y populismo criminales, los asesores de Sheinbaum permitan que la Presidenta esté a merced de cualquier Víctor Manuel Ubaldo Vidales que, en 5 segundos, le pudo haber metido siete tiros a ella y con ello sumir a la nación en una irreparable desgracia por cinco mil pesos de paga.
¿En serio no se dan cuenta que vivimos en el país del sicariato donde basta un canalla o un orate para ordenar y pagar una ejecución?
Carajo, no sean insensatos.
AL FONDO
Qué necedad de ese personaje que desde el sexenio anterior pulula en Palacio Nacional para intentar convertir a la Presidenta en clon del Andrés Manuel López Obrador púgil y pandillero que vapuleaba a la prensa un día sí y otro también de la manera más ponzoñosa posible.
No, maestrín, no seas insidioso, lo del asesinato de Manzo no era una “andanada de la derecha, de algunos comentócratas y conductores, de dueños o concesionarios”, aunque la hubiera habido en pequeña escala, sino una mayoritaria consternación por el asesinato de él, la vulnerabilidad de su valiente viuda, Grecia Quiroz, y el desamparo sus dos hijitos.
Era, también, el hastío por la impunidad del crimen organizado y el hartazgo de que ustedes sigan hablando de las barbaridades de Calderón y Peña Nieto (que no pocos exhibimos y criticamos puntualmente), como si ustedes no llevaran ya siete años en el poder. ¿Te das cuenta de que ustedes ya han tenido el poder el equivalente a todo el sexenio de Calderón y el primer año de Peña Nieto?
Independientemente de todos los estragos que causaron esos dos prianistas, y de la histeria e insensatez de muchos comentócratas que en estos días han pedido hasta la renuncia de la Presidenta, ya sean honestos y háganse cargo de su responsabilidad, guionista de marionetas aplaudidoras.
jp.becerra.acosta.m@gmail.com
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