Todo este año he venido observando la movilidad de las mujeres en Ciudad de México. Lo he hecho porque me percaté de que cada vez más jóvenes y adultas circulaban en motonetas tipo Vespa hechas en México, pero también en motos de mayor cilindrada. Me dio mucha curiosidad ver ese notable incremento de mujeres motociclistas, así que empecé a hablarles en diferentes lugares para preguntarles si era un techo de cristal que colectivamente estaban rompiendo, o si se trataba de alguna moda femenina influida por series, televisión o redes sociales, o qué demonios estaba pasando, porque tradicionalmente en el México macho de sus horrores las motocicletas han sido conducidas por varones, incluso muchas veces han sido coto de ojetes, como los sicarios que van y asesinan trepados en esas máquinas de dos ruedas.
¿Qué encontré como respuesta de ellas? Unanimidad: que no, que no se trata nada más de un asunto de empoderamiento como fue el caso del futbol, donde ahora brillan extraordinariamente tantas mujeres, sino un asunto de “seguridad”, “libertad” y “paz”. - ¿Cómo que de seguridad? -le pregunté a la primera amazona que interrogué ya hace muchos meses. Si hay un transporte que puede ser peligroso, incluso temerario, muy riesgoso y nada seguro, pensé yo, es justamente el motociclismo.
-Pues sí, por seguridad. En las motos nadie nos va acosando, tocando, molestando como en el transporte público. En mi motito voy segura y no tengo que estarme preocupando si un güey me va a querer tocar las nalgas o restregárseme su cuerpo porque traigo los jeans embarrados, o a la cadera, o como se me dé la gana ponérmelos.
Me quedé atónito. Lo simple muchas veces sorprende por su eficacia rotunda.
-En mi moto, cuando hace mucho calor, no me tengo que preocupar porque llevo un top con el ombligo de fuera o un escote chido y una chamarrita coqueta; nada, no me tengo que preocupar de si un ojete se va a acercar a ligarme o a tirarme piropos que nadie le pidió y que seguro van a acabar en insultos cuando le responda que no me esté chingando, o peor, con un madrazo en la jeta y una patada en el cuerpo, o con un intento de violación. ¿Me entiendes? Supongo que vio mi rostro medio tarupidizado, así que abundó:
- Sí, ando en moto por su pinche culpa, porque en este país, si soy mujer, no puedo viajar en paz en el transporte público, caminar en una calle solitaria, ni subirme a un taxi o pedir un Uber sin pensar que tal vez un culero me va a agredir y hasta matar y desaparecer. ¿Ves?
Asentí y seguí callado
-En mi moto estoy segura y estoy en paz. Primero fue por necesidad, por huir de los hombres y sus acosos, por no tener que soportar sus chingaderas de machitos, y luego, la verdad, ha sido por libertad. Porque se me da la gana. En mi moto soy libre y estoy en paz y no dependo de ningún bato.
Luego me fulminó
-Es más peligroso que andar en moto ser golpeada, torturada, violada, asesinada y desaparecida.
-Sí… -alcancé a musitar con profunda vergüenza e indignación. Pensé en lo que habrán vivido en este país misógino mi madre, mis tres hermanas, mis muchas primas-hermanas, mis tías, mis abuelas, mis amigas, mis novias sin moto. Y pensé en lo que no quiero que vivan mis nietas ni sus compañeritas ni mis bisnietas ni mis nuevas amigas, ni mis nuevas parejas (si las hubiera): un país macho, acosador, golpeador, violador y feminicida. Ninguna niña, ninguna adolescente, ninguna mujer debe padecer eso jamás.
BAJO FONDO
Datos del INEGI rumbo al #25N, de lo virtual a lo real: el año pasado dos de cada diez mujeres (22.2%) fueron víctimas de ciberacoso. En actos de índole sexual, casi tres de cada diez mujeres (29.0%) fueron víctimas de insinuaciones o propuestas sexuales, en tanto que el 27.5% de ellas recibió contenido sexual. El 21.0% de las mujeres recibió llamadas ofensivas y 32.4 mensajes ofensivos.
¿Quién agrede virtualmente? El enemigo puede estar en casa, en la oficina o en la escuela: el 21.6% señaló que las agresiones provinieron de personas conocidas, el 17.0% personas conocidas y desconocidas y el 61.4% indicó que los agresores fueron exclusivamente personas desconocidas. Respecto al perfil de las personas agresoras, el 52.1% de las mujeres identificó claramente a los hombres como agresores.
El ciberacoso no es abstracto, genera efectos notorios en la vida de quienes lo padecen: en tres de cada diez mujeres (34.5%) ocasionó miedo, según el Módulo sobre Ciberacoso (MOCIBA) 2024 del INEGI.
Vamos a los datos duros en el otro México real, el de la calle.
-En México, en 2024, se registraron 3,739 homicidios de mujeres, el 11% del total. Diez asesinatos al día, en promedio. -Segunda causa de muerte en mujeres entre 15 a 24 años “agresiones (homicidios)”. Segunda causa de muerte entre mujeres de 25 a 34 años, “agresiones (homicidios)”. Quinta causa de muerte entre mujeres de 35 y 44 años, “agresiones (homicidios)”. País asesino y feminicida. ¿Cómo mataron a esas miles de mujeres? Con arma de fuego, contacto traumático con arma blanca, ahogamiento y sumersión, ahorcamiento, estrangulamiento y sofocación, exposición al humo, fuego o llamas, envenenamiento y exposición a sustancias nocivas.
Espantosa galería del terror del macho mexicano.
Más…
-De enero a septiembre de este año se registraron 60 mil 384 casos de lesiones dolosas contra mujeres, 6,709 por mes, en promedio, 223 casos por día, 9 cada hora. Cuatro mujeres golpeadas, pateadas cada media hora.
-También se han contabilizado, según datos oficiales del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, 513 feminicidios. Son 57 por mes, casi dos por día.
-En el mismo periodo se perpetraron 1,607 homicidios dolosos contra mujeres, 178 por mes, casi seis por día.
Queda claro: por eso ellas andan en moto, para alejarse de los machos.
Nosotros, los hombres, rompamos todas las redes de complicidad con los violentos. En esto de las agresiones nada de que hay micromachismos: se trata de machotes golpeadores, acosadores y asesinos.
Punto.
El #25N sigue siendo en México un recordatorio de la ignominia e impunidad que prevalecen en este país.
jp.becerra.acosta.m@gmail.com
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