El mundo de la Psicología ha teorizado durante mucho tiempo sobre la posibilidad de identificar los factores fundamentales que definen la inteligencia en términos generales. Es decir, ¿qué hace a una persona (o sistema) inteligente en todos los sentidos?

Uno de los principales elementos de consideración para dicho fin ha sido el coeficiente intelectual (CI); sin embargo, la filosofía y ciencias modernas han demostrado que la habilidad lógica que mide el CI es solo útil para la resolución de problemas específicos, lo cual ha abierto la perspectiva para considerar diferentes tipos de inteligencias. Entre ellas se encuentra la clásica propuesta de Howard Gardner que distingue entre categorías como inteligencia espacial, musical, interpersonal, existencial y más.

Ahora, de forma análoga, con respecto a la Inteligencia Artificial General (AGI, por sus siglas en inglés), esta se define como la capacidad de un sistema para entender, razonar y resolver problemas en una gran variedad de contextos de manera similar o superior al ser humano. A diferencia de las inteligencias artificiales actuales (estrechas), que se especializan en tareas específicas, la AGI aspira a replicar las capacidades cognitivas humanas como la creatividad, la adaptabilidad y el razonamiento abstracto.

Esta inteligencia artificial más avanzada integra distintas habilidades cognitivas que interactúan entre sí para lograr objetivos complejos. Habilidades como la memoria de trabajo, el razonamiento lógico, la comprensión verbal, la velocidad de procesamiento de información y el razonamiento visual, trabajan conjuntamente permitiendo una adaptación constante a entornos dinámicos y cambiantes.

El impacto económico y social de la AGI podría ser transformador, pero no exento de riesgos significativos. La capacidad de estos sistemas para realizar tareas cognitivas superiores podría provocar grandes desplazamientos laborales y redefinir profundamente las estructuras económicas globales. El riesgo de pérdida de libertades individuales también es latente, debido al enorme poder que podría concentrarse en manos de quienes controlen esta tecnología, lo cual modificará los equilibrios de poder a escala mundial y generará dependencia tecnológica de forma inédita.

Además, la aparición de AGI provocará cambios económicos significativos, incluyendo la aceleración de la automatización, mayor eficiencia productiva y la creación de nuevos modelos económicos basados en la inteligencia artificial avanzada. Estos cambios requerirán una adaptación ágil por parte de la sociedad, gobiernos e instituciones educativas, a fin de preparar a la población para una economía donde las habilidades cognitivas humanas deberán complementarse, y en ocasiones competir, con inteligencias artificiales cada vez más sofisticadas.

En definitiva, la llegada de la Inteligencia Artificial General representa una oportunidad histórica de progreso, pero también implica desafíos éticos, económicos y sociales que deberán ser atendidos con responsabilidad y visión estratégica.

Profesor de Creatividad y Etología Económica en el sistema UP/IPADE y autor de los libros Homo Creativus, Biointeligencia Estratégica, Inteligencia Creativa

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