La realidad de Venezuela es evidente y nada tiene que ver la postura ideológica que se tenga. Se puede ser de izquierda y con una visión progresista y no estar de acuerdo con la Dictadura de Nicolás Maduro, eso no es sinónimo de ser derechista, se llama congruencia.
María Corina Machado, líder opositora a la dictadura venezolana ha ganado el Premio Nobel de la Paz, ello ha causado escozor entre algunos sectores de la sociedad. Muchos se abstienen a comentar, en sentido positivo, el hecho por temor a ser quemados en leña verde. Pero, ¿no es más irracional guardar silencio o defender un régimen que ha expulsado a cientos de venezolanos, que persigue a la oposición, que ha generado enormes brechas de desigualdad, que ha incrementado la pobreza y tiene a la economía en crisis? ¿No resulta absurdo defender a un dictador que dice un pajarito le habla o emite un decreto con el cual adelanta la Navidad? Todo esto, no es la novela El otoño del patriarca de Gabriel García Márquez o La fiesta del chivo de Mario Vargas Llosa, es la realidad. La realidad rebaso a la ficción y hay muchos que aun aplauden el sufrimiento que padecen miles de venezolanos todos los días.
¿Qué significa que le hayan entregado el Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado? Es un refrendo a las luchas democráticas. Hasta ahora la humanidad no ha encontrado una mejor forma de organizarse políticamente. La democracia garantiza el respeto a las libertades, la tolerancia a la pluralidad y otorga la posibilidad, a través de los pesos y contrapesos, de modificar el proyecto de gobierno, todo lo cual no sucede en Venezuela.
Se puede coincidir o no con la postura política de María Corina, lo que no se debe es demeritar su lucha. El valor con el cual confrontó, en el Congreso de Venezuela, a Hugo Chávez o el arrojo como participó en las pasadas elecciones donde de manera muy cuestionable Nicolás Maduro retuvo la presidencia.
El modelo político construido por Hugo Chávez se encuentra en declive. Poco tiempo le queda a la dictadura de Maduro: la desigualdad social, la crisis económica, la represión con el que se somete a los opositores son elementos que pronto generarán una revuelta social en Venezuela.
El Premio Nobel de la Paz otorga visibilidad, es la oportunidad ideal de María Corina de organizarse y sumar el descontento social. Su mayor reto consiste en: canalizar el descontento
social en una transición pacífica que permita terminar con el régimen de Maduro; y tomar distancia de Donald Trump y su proyecto intervencionista.
María Corina debe de enfocar su esfuerzo y trabajo en Venezuela, su apuesta tiene que ser la organización, poco va a lograr si busca apoyo en el exterior. El intervencionismo siempre ha causado grandes estragos en las naciones latinoamericanas, piénsese en las dictaduras solapadas por los Estados Unidos, valdría la pena que la líder opositora leyera Póker de espanto en el Caribe de Juan Bosch para que tenga una dimensión histórica de la responsabilidad que tiene y el reto que debe de asumir para no repetir los mismos errores.
Venezuela necesita un cambio de gobierno, pero la respuesta no se encuentra en el otro extremo del péndulo político, se necesitan soluciones sensatas, plurales y que resuelvan los problemas de las mayorías, no solo de un sector. El reto es grande, y el Nobel de la Paz es la posibilidad de tener visibilidad y desde la democracia lograr la transición que necesita Venezuela no para virar a la extrema derecha sino para construir una patria plural, democrática e incluyente.
Hasta aquí Monstruos y Máscaras…