Los hombres feministas son criaturas míticas. No los hay, no existen. Aunque algunos defenderán su existencia desde la postura de que el apoyo a un movimiento puede darse desde cualquier espacio, la realidad es que el feminismo no es un tema de hombres, desde hombres, ni para hombres. Notando lo mucho que le debemos los hombres a este y a quienes lo abanderan.
En tiempos recientes he sido testigo de manifestaciones de apoyo al movimiento feminista de parte de hombres. Esto es algo sumamente positivo. Por fin nos estamos dando cuenta de que la equidad beneficia a todas las personas. De que la lucha que ellas han emprendido para reivindicar su posición en la sociedad es una lucha de toda la gente. Es una lucha por un mundo mejor, y no una guerra en contra de las masculinidades, de lo masculino, o de los hombres.
El por qué un hombre que apoya el feminismo no puede autodenominarse feminista, obedece a que el feminismo es un movimiento de mujeres, desde las mujeres y para mujeres. Uno abanderado por ellas y reclamado por ellas.
Es un espacio que ellas han construido para ellas y los intereses de ellas. Cuando tratamos de denominarnos como “feministas” estamos invadiendo. Es un intento de forzar nuestra inclusión en un espacio que no ha sido construido para nosotros, porque no somos el objeto ni el objetivo de este.
Si los hombres ocupáramos un lugar secundario en las sociedades modernas, si nos pagaran menos dinero por el mismo trabajo que las mujeres realizan; si nos costara más que ellas desarrollar nuestra carrera profesional o estudiar lo que queremos sin burlas y condescendencias; si fuéramos violentados y asesinados por mujeres de forma desproporcionada; entre muchísimas otras desigualdades que las mujeres viven, demandaríamos la existencia de un movimiento para erradicar esas opresiones hacia nosotros.
Este movimiento es el feminismo para las mujeres. Uno para visibilizar las opresiones que viven, identificar las estructuras que mantienen oprimidas a las mujeres, y posteriormente, avanzar en el desmantelamiento de esas estructuras sociales para rediseñarlas, de manera que las mujeres ocupen un lugar de equidad en comparación con los hombres en las sociedades.
El feminismo es un movimiento que contribuye de manera fundamental a nivelar el campo de oportunidades para que todas las mujeres y niñas, en la vasta diversidad que comprenden las identidades femeninas, puedan tener acceso a las oportunidades disponibles sólo para niños y hombres.
Por esto no podemos nombrarnos "feministas", no existen los hombres feministas porque nosotros no requerimos de su movimiento para librarnos de una opresión social ejercida sobre nosotros de forma sistemática e institucionalizada por nuestra condición de género.
Sí requerimos librarnos de muchas opresiones y ataduras sociales propias de los hombres, y usualmente promovidas desde los mismos hombres. Hay que cuestionar y desechar los roles de género y los estereotipos del modelo masculino tradicional.
Aún esta capacidad de cuestionar el género desde lo masculino, se lo debemos a las feministas, pues sin todas las valientes que han cuestionado el rol de la mujer en sociedad desde hace siglos, no estaríamos nosotros hoy cuestionando el nuestro, comenzando apenas hace unas cuantas décadas.
Proclamarnos feministas es una afrenta a las feministas. Es una apropiación de algo que no nos corresponde. Es volver a adjudicarnos el fruto del trabajo de las mujeres como lo hemos hecho durante milenios.
Uno puede apoyar activamente los movimientos por la reivindicación de poblaciones en condiciones de opresión y vulnerabilidad en nuestras sociedades, pero no podemos apoderarnos de esos movimientos y hacerlos nuestros, especialmente cuando no somos parte de esas poblaciones.
Compañero hombre, tú no eres feminista. Puedes apoyar el feminismo, ser un aliado del feminismo y de las mujeres. Pero el mayor apoyo que podemos dar viene primero de respetar su espacio y de luchar por la equidad desde el nuestro.
Ellas no requieren tu alianza, tu apoyo, tu validación, ni tu aprobación para avanzar su agenda. El movimiento feminista es y sigue. Se fortalece y suma cada vez más, independientemente de ti y de todos nosotros. En lo que sí podemos (y deberíamos) colaborar para vivir en una sociedad más igualitaria y para sanar mucho de lo masculino, es atender a lo nuestro.
Nos urge dejar de depender de ellas y de su movimiento para hacer nuestro trabajo por la igualdad sustantiva. Necesitamos trabajar en lo que nos significa ser hombres que procuren una sociedad equitativa para todas las personas; una sin distingos identitarios en el acceso a oportunidades. Una que libere a los hombres del pesado lastre de los roles establecidos en las masculinidades tradicionales.
Nuestra mayor contribución consiste en abandonar y traicionar nuestra cultura machista y patriarcal. En cuestionar nuestros estereotipos, nuestras masculinidades, y redefinirlas en términos que nos permitan cuidarnos y ser compasivos con nosotros mismos, así como construir relaciones más sanas y equitativas con las personas. Nuestro trabajo es confrontando nuestros machismos y los de nuestros familiares, colegas, amigos.
Los hombres no somos feministas, pero sí podemos ser anti-machistas. Porque lo más esperanzador de reconocerse anti-machista, es que no tenemos que estar libres de machismos para serlo, simplemente requerimos el compromiso de combatir el machismo donde sea que lo encontremos, aún en nosotros mismos.