Sasha rompió el silencio, luchó sin rendirse por años, y la resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que por unanimidad negó el amparo a su violentador Luis del Llano, lo condenó tanto por abuso sexual como por el daño moral que causó a la víctima. Marcó un precedente que las y los sobrevivientes de violencia sexual infantil habían esperado por décadas.

Es el resultado de la lucha que incansablemente han dado para que este delito no prescriba, para que no importen los años en que finalmente la víctima pueda hablarlo y encontrar justicia. Para que puedan aplicarse plazos legales cuando presente su denuncia por la vía civil, y en contra de su o de sus agresores. Para que el miedo, la vergüenza y la culpa, ya no sean parte de sus vidas, y la justicia cambie de bando.

Al romper la sobreviviente el silencio, al negar la Corte el amparo, al obligar al acusado a asumir sus consecuencias y cumplir la ley, la impunidad, casi absoluta, de la que hasta ahora han gozado los pederastas y todos aquellos que hoy violentan o han ejercido violencia sexual infantil, abre al menos dos caminos para las y los sobrevivientes.

La primera, una justicia que reconozca sus derechos y enorme sufrimiento, y dos, para que los depredadores sepan que sus delitos no prescriben y que deben asumir las consecuencias de haber destrozado la vida de quienes no tenían capacidad alguna para defenderse.

Porque tal como dijo Sasha Sokol: “llevar las cosas hasta aquí me ha devuelto la capacidad de acción. Hoy tengo en mis manos las riendas de mi vida y puedo cuidarme. Estabilizar la verdad es el principio de la reparación”, afirmó.

Romper el silencio es un paso muy difícil, lo sé muy bien porque tengo la infinita bendición de contar con la amistad, la confianza y los testimonios de vida de múltiples sobrevivientes.

Conozco de esa culpa que los acompaña, de los infiernos que invaden sus vidas y de sus luchas cotidianas para que lo acontecido no defina sus vidas.

Conozco del amor, compromiso y entrega de Eduardo Cruz, de Salvador Cacho, de Cedric, de Analu, entre muchas y muchos otros, que hoy dedican su vida entera o gran parte de ella, a ayudar a otras y otros sobrevivientes, a trabajar incansablemente en prevención, y para que esta cultura que impera aún en nuestra sociedad, que suele juzgar y tratar con más crueldad a la víctima que al delincuente, se transforme.

A tan solo unos días de esta histórica resolución de la Corte, en el Museo de Memoria y Tolerancia, con la colaboración de la Fundación Freedom, se inauguró la exposición temporal “Infancias en Silencio: Previniendo la violencia contra infancias y adolescencias”.

La exposición nos lleva a recorrer aquellos espacios más peligrosos en donde más abusos se cometen en contra de niñas, niños y adolescentes. Hogares que son infiernos, escuelas, etcétera.

Este espacio nos permite detectar signos de alerta y gritos de auxilio de quienes están siendo o han sido víctimas; asimismo advierte sobre riesgos y peligros en las redes sociales, y ofrece herramientas de prevención y un valioso directorio de aquellas organizaciones e instituciones que brindan apoyo.

Mi reconocimiento a todas y todos aquellos que hoy nos permiten estar, justo en este momento, en que los silencios se rompen encontrando mayor eco, solidaridad y cada vez más aliados, para que la impunidad no sea nunca más la respuesta. Falta todavía mucho por hacer, pero no nos vamos a rendir jamás.

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