Las sorpresas auditivas por donde deambula el rock progresivo, artrock y crossovers setenteros están a la orden del día, sólo es cuestión de buscarlas en las plataformas profesionales como Spotify y hacerse de un catálogo propio inimaginable, sin tener que embarcarse en discos imposibles de conseguir y sin el pago de precios estratosféricos por los plásticos inalcanzables.
Hurgando en álbumes ya casi imposibles de conseguir, a menos que se trate de algún obsesivo compulsivo, dispuesto a pagar su precio en oro sonoro, como las melodías extravagantes en cuestiones vocales al estilo de la de David Surkamp (fundador del extravagante Pavlov’s Dog) y socios como Andy Roxy Music MacKay, con más de media docena de directos y álbumes de estudio que son una belleza, tanto instrumental como vocalmente. Para ejemplo, óigase esa maravilla que es “Julia”.
Aunque disueltos en 1978, Surkamp (cuya voz es muy parecida a la de Geddy Lee, de Rush) sigue tocando en la ciudad de Saint Louis, Missouri y sus grabaciones esenciales (1974-2018) siguen en catálogos especializados para buscadores de emociones originales en discos raros y ya no fáciles de encontrar, ni en tianguis banqueteros, ni con coleccionistas. Su etiqueta es Columbia y su distribución la garantiza Amazon, donde ocupan el escalafón número 51 de los más vendidos.
Para este 2025 se comunica una edición especial (Pampered Menial), que está disponible para los interesados desde este mes, y otra llamada Live and unleashed, más los correspondientes lanzamientos en formato de MP3, corregidos y aumentados.
Hay también material de rescate como el Once and future kings… live, de 2015, y el House broken, más una gran cantidad de versiones en single de “Julia”, la más significativa de sus piezas, al lado de versiones de sus cintas únicas.
Aquí en México, donde todo puede suceder por insólito que parezca a veces, algunos de sus álbumes se pueden conseguir en mini LP’s con especialistas en rarezas, que incluyen sus letras o peculiaridades, como el End of the world, de 1995, y el casi totalizador de su rock progesivo, The best.
Por sus filas han pasado excelentes músicos como Bill Bruford (baterista de Yes) y prácticamente hay ediciones de todo el mundo, fuera de nuestro país, donde su calidad todavía tiene el estándar de música inclasificable y no vendible. Sin embargo, algunos ejemplares pueden aparecer de improviso, y si se quieren tener en físico hay que pagar fuertes cantidades de dinero o intercambiarlos por material similar.
Oír a Pavlov’s Dog representa una oportunidad única de toparse con la perfección inesperada de melodías bien estructuradas y grabadas con esmero que, en el terreno de las estadísticas de dificultad para encontrar parte de su discografía representa un exhaustivo trabajo de búsqueda, sobre todo, si se es fundamentalista y se quiere una parte de la historia.
La pregunta final es: si existen copias apócrifas a su imagen y semejanza, ¿por qué no se venden como tal, si lo que se busca es sonido de calidad que, muchas veces, resulta mejor que las ediciones originales?
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