Desdén sobre todo con periodistas de la vieja guardia, vejados y humillados, dos escenarios: Amazon Music y Telcel, con un calvario que propuso grandes e infames caminatas, precios estratosféricos en comida, cervezas, mercadería de paca (la de siempre y saldos) en el flamante estadio GNP seguros, para ver a muchos grupos entre famosos y desconocidos, donde parece que no hay reglas para la selección final.

Eso sí: calor infernal en un lineup extraño y convenenciero, con grupos como Aterciopelados, Scorpions, Keane, Caifanes, Duncan Dhu, Vilma Palma, Nortec: Bostich + Fusible, Zoé, Molotov, Víctimas y la sección inexplicable: Concords, The Guapos, Motel, Porter con el institucional más de lo mismo: Los Ángeles Azules y grupos que siguen siendo nada: como El Haragán y La Lupita.

Cómo y quién los escoge sigue siendo un misterio, como la participación de cosas como Música pa’ mandar a volar (Belinda, Yuri, Daniela Romo, Napoleón, Leonardo de Lozanne) y Jay de la Cueva, que se voló materialmente la barda de la Edición 25.

El boletaje estuvo a la orden promedio de los 3 mil pesos, con sudor y malestar gratis.

Ya los abonos para los dos días fue otra cosa, que incluyó a algunos comediantes. Muchos pusieron oídos sordos y mejor vieron la transmisión verdaderamente profesional de Amazon con un plus: sin Rubén Albarrán.

El costalazo aplicado al cuerpo que ofrece la lucha libre apenas mostró algo diferente a lo que se ve obviamente en la México Catedral o en La Coliseo y arenas periféricas. Poco se supo también de las traqueteadas disqueras independientes (Aldea Musical), Momentos Indio (más sabe el indio por indio).

Los recorridos a pie fueron casi un lujo, con tenis y zapatos “Nunca me verás descalzo”.

Los mapas fueron gratis, como los baños, que ya fue ganancia.

El acarreo con las huestes de prensa digital patito.com (que con un celular en mano se sienten “influencers poseídos”), fue el de siempre, como las zonas restringidas de comida para “medios”, donde burlaron la vigilancia sólo unos cuantos intrépidos. Parece que la tónica fue de: “trátenlos como se merecen, sin miramientos y según sus credenciales”.

Ya se sabe, los que organizan son aquellos que cuando necesitan un favor, casi suplican.

Pero bueno, ya nos sabemos la historia, que siempre se repite como mitigar la sed por ciento 190 machacantes con una chelita oficial, o buscar las recomendaciones de La Garnacha que Apapacha, entre mezcales, fritangas, tacos de canasta y vaya uno a saber que está comiendo. Las colas para souvenirs con pulseritas fueron necesarias. Sin embargo, imperó el ambiente de judíos errantes.

No hubo ni el menor atisbo del colectivo músico rupestre, de los que valen la pena como Rafael Catana o Carlos Arellano, alejados del ritual musical oficialista. Tan lejos de Dios y tan cerca de los rumbos de la Santa María.

pepenavar60@gmail.com

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