Antonio Scurati escribió una monumental, rica y compleja novela/biografía de Benito Mussolini. Cuatro tomos recreando al fascismo desde dentro. Antes había publicado una novela biográfica sobre Leone Ginzburg, el enorme resistente antifascista. Heredero de esa tradición, Scurati deseaba ir más allá del antifascismo aparentemente hegemónico y desentrañar los resortes de su némesis. Máxime que en los tiempos que corren, Scurati descube que las fórmulas del fascismo no están tan enmohecidas como él y su generación suponían. En Italia, Europa y muchos otros territorios soplan vientos que, si bien no son iguales a los de los años veinte y treinta del siglo pasado, tampoco resultan inéditos.
En septiembre de 2022 Scurati ofreció una conferencia que el año pasado dio paso a un pequeño libro, Fascismo y populismo. Mussolini hoy, que no tiene desperdicio (Debate). Su tesis: Mussolini y su fascismo “violaron” a Italia, pero también la “sedujeron”. La primera vertiente fue violenta: grupos de choque, persecuciones, asesinatos, terror, explican en buena medida su ascenso y triunfo, pero la otra cara, la seductora, no puede ni debe eludirse.
Scurati no cree que la primera cara del fascismo pueda reeditarse en la Europa de hoy, pero con preocupación apunta que la segunda no solo está viva y es una herencia también de aquel fascismo mussoliniano. No le gusta demasiado la palabra populismo por “vaga y genérica”, pero en ella palpita una noción que alude a técnicas y procedimientos políticos “que permitieron al Duce del fascismo seducir a Italia después de haberla violado” y que vuelven a estar presentes. Enumero solo dos:
1. “Personalización autoritaria”. “Yo soy el pueblo. Esa es la primera regla del populismo mussoliniano… Una afirmación que ya en sí misma resulta prepotente, pretenciosa e ilógica… La violenta reducción de una pluralidad muy numerosa a la singularidad del líder carismático”. Es prepotente porque pretende exorcizar la diversidad de expresiones y reducirlas a una; pretenciosa, porque los demás deben callar e incluso desaparecer; e ilógica porque en las sociedades modernas esa exigencia es imposible salvo con el expediente de la represión.
Pero se trata de la piedra de toque que permite que “el pueblo, los millones de vidas (sean) reducidos primero a una masa y luego comprimidos a una sola persona… Esa primera regla ya es suficiente para definir al populismo de Mussolini como una fuerte tendencia antidemocrática. Porque si yo soy el pueblo y el pueblo soy yo, cualquiera que no esté conmigo… estará contra el pueblo… El líder populista estigmatizará cualquier posición política contraria a él… como ajena a la comunidad nacional… Sus representantes no solo recibirán críticas, sino ataques personales; recibirán insultos, serán tildados de enemigos del pueblo…”.
2. Antiparlamentarismo. “El ataque retórico a la democracia pasa a través de la propaganda en contra del parlamentarismo”, precisamente porque éste “es el lugar de las mil diferencias, de los intereses contrapuestos… Es el santuario del lento y arduo arte de la democracia… Pero si yo soy el pueblo… el Parlamento se convierte en una pérdida de tiempo, en la sede de la corrupción… en el centro de un inútil caos crónico… La imagen de la clase política liberal representada como una “casta”, encerrada en sus propios privilegios…”.
Así, la diversidad política no expresa la riqueza de la sociedad sino la distorsión de una supuesta unanimidad encarnada en el líder.
Profesor de la UNAM