Sorprendente, un criminal convicto, conflictivo, confrontativo y mitotero, tras intervalo de cuatro años, de forma inédita reasumirá la presidencia de Estados Unidos. El proteccionista Donald Trump en cuanto se reinstale en su escritorio del Despacho Oval, firmará 100 órdenes ejecutivas, haciendo “un gran salpicadero”, dedicando algunas de ellas a México, como de entrada deportar a cuando menos cien mil migrantes mexicanos ilegales, catalogar a cárteles mexicanos como grupos terroristas, imposición del 25% de aranceles a productos mexicanos -creará el Servicio de Impuestos Externos-. Probablemente reactive el proyecto del muro fronterizo.
Cautelosa, la presidenta Sheinbaum confía en llevar la fiesta en paz con Trump, privilegiando el diálogo y el respeto mutuo, confiada principalmente en el beneficio económico del T-MEC, compartido por los tres países integrantes. Me temo que no será así, México enfrentará continuas provocaciones y bravuconadas lanzadas por Trump, para lo cual será necesario mostrar el temple para decidir cuándo comprar boleto y cuándo dejarla pasar, en guardia para redundantes contingencias, sin exponer honorabilidad y sin sometimiento.
En esta tesitura, el gobierno impulsa el Plan México, hoja de ruta para modernizar y fortalecer al país en áreas críticas, una estrategia integral para abordar los principales problemas estructurales de México, como la inseguridad, la migración, la desigualdad social y la inversión económica, combatir al crimen organizado, al narcotráfico, en especial al fentanilo, democratizar el sistema judicial mediante la elección popular de jueces, ministros y magistrados, intercambiar inteligencia y tecnología con Estados Unidos en el combate al crimen organizado transnacional, establecer una red de albergues y programas de empleo para migrantes retornados y en tránsito, mitigar conjuntamente con Estados Unidos las causas de la migración en Centroamérica, fortalecer el T-MEC impulsando la cooperación económica entre los socios, especialmente en manufactura y tecnología, promover un entorno favorable para la inversión extranjera, asegurando estabilidad política, seguridad jurídica y mejoras en infraestructura, apostar por proyectos de energía renovable, garantizar acceso universal a la educación, salud y vivienda enfatizando en la equidad de género, modernizar el sistema educativo reduciendo la desigualdad social, mejorando la competitividad del país, posicionar a México como socio confiable y competitivo en la región, fortaleciendo sus instituciones internas. El éxito del Plan dependerá de la capacidad del gobierno para manejar presiones externas, manteniendo un entorno interno estable.
La presidenta Sheinbaum, optimista, anticipa que con la promesa de inversión nacional y extranjera por 277 mil millones de dólares en 2 mil proyectos, los próximos 5 años, México remontará su posición como economía mundial, del lugar doce al diez. Consideramos que el Plan México enfrenta serias barreras estructurales que podrían dificultar su cumplimiento, tales como: Incertidumbre jurídica por la politización y parcialidad en el sistema judicial. Inestabilidad legal mostrada en constantes cambios en regulaciones y disputas relacionadas con el T-MEC. Desabasto energético, México aún depende de combustibles fósiles, con retrasos en infraestructura renovable, supeditado a la importación de gas natural. Deficiente conectividad en puertos, carreteras y ferrocarriles. Déficit de capacitación de mano de obra. Violencia y presencia del crimen organizado. La incertidumbre de los inversionistas seguramente aumentaría de adoptar Trump políticas agresivas, como aranceles, deportaciones masivas o cierre de fronteras. Nos esperan cuatro años de navegar en aguas tormentosas.