La tristemente célebre ley de aranceles Hawley-Smoot, de 1930, en Estados Unidos, tuvo por objetivo proteger a los agricultores y trabajadores estadounidenses, golpeados por el crack bursátil de 1929. Dicha ley elevó los aranceles de 20 mil productos industriales. La Gran Depresión desencadenó represalias por toda una década. Más de una veintena de países respondieron con aranceles propios. El comercio internacional se desplomó. Se desalentó la inversión extranjera. Los precios se dispararon considerablemente. La economía agrícola se debilitó y la cooperación global se desintegró. La ley Smoot-Hawley profundizó el colapso económico mundial, provocando un círculo vicioso de menor comercio, más desempleo y caída de la producción. Existen varias similitudes entre la ley de aranceles de 1930 y las medidas arancelarias decretadas por Trump: Proteccionismo, ambas políticas buscan proteger a la industria nacional frente a la competencia extranjera. Represalias, hoy China, la Unión Europea y Canadá, principalmente, reaccionaron con contramedidas. Riesgo para el comercio global, el aumento de tensiones arancelarias puede frenar cadenas de suministro, aumentar costos y frenar el crecimiento económico mundial. Entre las diferencias clave: Contexto global, en 1930 no existía una estructura institucional como la Organización Mundial de Comercio o tratados multilaterales como los actuales, hoy hay más mecanismos de arbitraje y contención. Economía estadounidense actual, aunque hay señales de vulnerabilidad –alto déficit, deuda pública record, inflación persistente-, no se parte de una crisis como la de 1929. Política monetaria y fiscal más activa, hoy los bancos centrales pueden responder con estímulos que no existían en 1930.
Con respecto a los aranceles por aplicar, diversos expertos, empresarios y organizaciones internacionales han expresado preocupaciones sobre sus posibles consecuencias: Riesgo de recesión global, impacto en el crecimiento económico e inestabilidad financiera. Los exagerados aranceles a China seguramente desencadenarán una ruptura del orden económico mundial.
Permanece latente la posibilidad de entrar en una prolongada recesión o estanflación de imponerse una política arancelaria generalizada, confluyendo varios factores: Menor inversión extranjera, caída de exportaciones, inflación con encarecimiento de importaciones y reacción negativa de mercados financieros. Escenarios a futuro: Escenario optimista, Trump usa los aranceles como medida de presión negociadora, sin detonarlos masivamente. Se renegocian tratados y se evita una guerra comercial total. El crecimiento se desacelera, pero no se detiene. Escenario intermedio: Se imponen aranceles selectivos, pero con medidas compensatorias -subsidios, recortes de impuestos, estímulos- Hay efectos negativos pero manejables. Escenario pesimista: Trump impone aranceles generalizados provocando represalias, caída del comercio global y crisis de confianza. Incluso, podría incurrirse en una recesión global, especialmente sumando conflictos geopolíticos -Taiwán, Ucrania, Medio Oriente-.
Extra! Extra! Donald Trump suspende por 90 días los aranceles anunciados a 75 países, porque buscaron a Washington para negociar un acuerdo comercial; sin embargo a China se le elevan los aranceles de 104% a ¡145 por ciento! El impetuoso Trump columpia los mercados, pulverizando enormes capitales- ¿beneficiándose él en particular?- zigzagueando al modo de la chimoltrufia. La credibilidad de Trump queda en entredicho.
El nacionalismo económico desenfrenado no salva a las naciones, las aísla y las hunde. Volver a cerrar el mundo puede tener tan largas consecuencias como aquellas que tomó décadas reparar. Trump derrumba el orden económico mundial operante, ¿podrá sustituirlo por uno nuevo y mejor?