De repente nos percatamos que formamos parte de un sistema político sin contrapesos, Morena es el gobierno, Morena es el poder, Morena es la razón, Morena puede incorporar a la Constitución cualquier ocurrencia, Morena comprende al pueblo, lo interpreta, lo representa, lo protege, habla por él, Morena parte, reparte y se queda con la mejor parte. Morena controla el Poder Ejecutivo, es mayoría absoluta en el Legislativo y está en proceso de dominar el Judicial.

Morena se encumbró al presentarse como la esperanza de millones de ciudadanos decepcionados del uso y abuso del poder ejercido por un par de partidos que, cada uno en sus tiempos, se durmió en sus laurales. El PRI, habitual detentor del poder, se vió precisado con Adolfo López Mateos a inventar diputados de partido, para así crear contrapesos políticos para cuando menos hacer la finta de conformar una democracia; el PRI la tenía, era suya y la dejó ir. El PAN hizo la faena, accedió al poder con la promesa del cambio y resultó un fiasco, el anhelado cambio culminó en más de lo mismo, cambiamos para seguir igual. En el milagro de la resurrección, el PRI de Peña Nieto decepcionó por los altos niveles de corrupción, aunado a sonados escándalos y las mal logradas reformas estructurales. Ahora, concluido el sexenio de la esperanza, acaudillado por Morena, observamos un México enfrentando serios problemas de inseguridad y violencia, corrupción e impunidad, debilidad económica, gestión de salud, centralización del poder y franca división social. El sobrerrepresentado Morena se afianza en este segundo piso de la 4T, como la fuerza política aferrada al poder, seguida de lejos -de muy lejos- por un desprestigiado PRI y un PAN queriendo reactivar su brújula.

En esta coyuntura, un representativo grupo de ciudadanos, integrantes del Frente Cívico Nacional, la principal organización que convocó a las “mareas rosas” para defender al INE en las pasadas elecciones, acordaron en asamblea avanzar en el registro de una agrupación política nacional -20 de enero 2025-, comprometidos con la promoción y defensa de los principios fundamentales de libertad, democracia, separación de poderes, federalismo, laicidad, igualdad y respeto a los derechos humanos, cuyo lema será: “Por los derechos, las libertades y las causas justas”. La intención del Frente, futuro partido político, es convertirse en sólida oposición, defensora de causas y valores, sin el dogmatismo de ser de izquierda o de derecha, el valor será la democracia. El nuevo partido tendrá como propósito “recuperar la paz y la democracia” avasalladas por Morena, que ha llegado a concentrar el poder como en el viejo PRI.

Experiencias pasadas han mostrado que para hacerle frente a un asentado partido en el poder, se requiere una oposición unificada: divide y perderás. Xóchitl Gálvez, candidata derrotada en las pasadas elecciones, sin medirle el agua a los camotes, anunció su intención de formar un nuevo partido político, integrado por ciudadanos sin antecedentes de militancia política, priorizando la honestidad, la transparencia y la cercanía con la población. Xóchitl parece no escarmentar, en vez de entender que la unión hace la fuerza, opta por dividir a la oposición.

Ah, pero eso sí, los distintos actores políticos se conducen invariablemente en nombre de la democracia.

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