¿Será confiable el detector de mentiras? Imagínense en cada mañanera poder corroborar la veracidad de lo dicho –hechos y promesas– por el Ejecutivo. Los datos correctos esgrimidos serían corroborados y los datos inexactos o irrealizables quedarían expuestos. Es que la facilidad con que se vierten verdades –virtuales o mentiras– distorsionan la realidad, además de que el oyente carece de elementos suficientes para juzgar.

Un ejemplo representativo de lo anterior es la constante promesa, desde inicio de sexenio, de que tendríamos un sistema de salud mejor que el de los países nórdicos, específicamente que Dinamarca. Sería ocioso detallar los distintos programas de salud fallidos durante el periodo, el caso es que a punto de sonar la alarma anunciando que el sexenio ha terminado, surge la siguiente insólita declaración presidencial que habría agitado la aguja del detector de mentiras: “Vamos a cumplir el compromiso de tener en septiembre –dentro de escasos 3 meses– el mejor sistema de salud pública del mundo: médicos generales, de lunes a domingo en 11 mil centros de salud; especialistas en 635 hospitales; 100% de abasto de medicamentos, estudios, intervenciones quirúrgicas y todo de manera universal y gratuita. La salud no es un privilegio, es un derecho”. Pareciera que el proyecto sexenal del Sistema de Salud fuera “enchílame otra gorda”, lo cual hemos confirmado con la ocurrencia de la Megafarmaciotota del Bienestar, mediante la cual todo tipo de medicamentos serían surtidos ipso facto y en la realidad viene surtiendo al día la exorbitante cantidad de 2.7 recetas, ya que sólo cuenta con 0.9% de almacenamiento. El Presidente confunde la hora de la rendición de cuentas con la de promesas de campaña.

A lo largo de los primeros años del sexenio AMLO se ufanó de que el país no habría de financiarse contrayendo mayor deuda externa, sin embargo, esa verdad no perduró -hubiera sido útil el detector de mentiras-, la deuda pública inicial en 2018 de 10 billones de pesos, se elevó considerablemente a niveles de 15.6 billones. La deuda pública federal a final de marzo del presente año llegó a representar hasta 50.2% del PIB, cuando la estimación inicial era de 48.2%. Se prevé que este 2024 el déficit público alcance niveles de 5.9% del PIB, el más alto desde los 80’s. En el primer trimestre de este año se destinó una suma extraordinaria para concluir las obras emblemáticas del sexenio, el Tren Maya –no estará terminado– la Refinería de Dos Bocas –prematuramente inaugurada y aún sin refinar– y las obras alternas del AIFA –aún subsidiado– la caída en los ingresos petroleros de Pemex –supuestamente rescatado– de 5.2% a tasa real en el primer trimestre y un mayor gasto en programas sociales. Obviamente el déficit habrá de cubrirse con mayor endeudamiento a altas tasas de interés. Sólo la mitad del déficit registrado fue utilizado en inversión física y la otra mitad en gasto corriente y social. El próximo gobierno carecerá del margen requerido para realizar grandes obras de infraestructura, concentrándose en el reto de disminuir considerablemente el déficit heredado, lo cual limitará la expansión de la economía nacional.

La verdad de los hechos es la que finalmente cuenta, la verdad de las promesas es incierta.

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