El aparato propagandístico de las mañaneras de entonces y de ahora ha logrado distorsionar, cuando no de plano ocultar, una parte importante de la información pública gubernamental. Los cambios en la pavorosa contabilidad de personas muertas o desaparecidas, el nivel del déficit público, la ingente seguridad pública, y tantas otras cosas más, no son sino el relato ficticio de sus correspondientes relatores. Se trata de cotidianas repeticiones sobre temas que, más allá de las palabras y deseos de sus narradores, no parecen poder dar más de sí. Es como si todo se hubiera ya efectuado, como si nada más pudiera salir de ahí, salvo las variaciones expositivas confirmatorias de los límites materiales del proceso político en marcha.

Frente a los rizos justificatorios de una cotidianeidad que no hace sino girar una y otra vez sobre sus ya agotadas posibilidades de transformación, es indispensable escuchar voces alternativas, en principio, por el solo hecho de serlo. Después, también, para identificar lo que en ellas pueda haber de cierto. Es por ello que debemos considerar con atención lo reportado sobre México en el informe mundial 2025 de Human Rights Watch (). No se trata, desde luego, de darle credibilidad sin más, sino de establecer un punto de contraste para comenzar una discusión no mañanosa.

En el informe se analiza la violencia criminal, independencia judicial, justicia penal, tortura, detención arbitraria, desapariciones, pobreza y desigualdad, privacidad y acceso a la información, ataque a periodistas y defensores de derechos humanos, abusos militares, aborto, migrantes y solicitantes de asilo, orientación sexual e identidad de género, derechos de las personas con discapacidad y política climática.

En cada uno de estos rubros se muestra o la permanencia de las malas condiciones prevalecientes en el país o la reiteración y abundamiento de las políticas y acciones mediante las cuales podía ponérseles remedio. En cada uno de estos temas hay, primero, datos que evidencian el deterioro de las condiciones de convivencia colectiva. También, lo desacertado de las decisiones —y de las omisiones— del sexenio pasado y de lo que va del actual.

Ante el informe y sus muy preocupantes resultados existen dos posibilidades de actuación. Por una parte, mantener la convicción o, al menos, el discurso de que todo o mucho de lo hecho y por hacer, es correcto y debe ser continuado cuando no, de plano, incrementado. Que las personas asesinadas no son tantas o que, si son muchas, desde luego son menos que antes, o que las desaparecidas en realidad no lo son. Por otra parte, es posible considerar, así sea por un momento y en un plano provisional, que tal vez algunos de los diagnósticos del Informe 2025 de Human Rights Watch pudieran ser correctos y abrir una posible discusión sobre nuevos modos de enfrentar la compleja situación mexicana en materia de seguridad pública y derechos humanos.

Dada la cerrazón incremental de este gobierno sobre el pasado reciente y su actual presente, es difícil que preste atención a los informes que no respalden su propia y reiterada narrativa. Que, como hasta ahora, descalifiquen a todos y a todo lo que no convalide el relato heredado, impuesto o adoptado. Aun así, existe la esperanza de que en algún momento algún informe o algún hecho tenga la capacidad de romper la autorreferencia narrativa y salir de los repetitivos parámetros que, primero en las mañanas, y luego a lo largo del día, se dicen y se repiten.

Ministro en retiro de la SCJN. @JRCossio

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.