El panorama que enfrenta nuestro país es poco estimulante. A los males de siempre: pobreza, injusticia e impunidad, hemos de sumar lo que pasa en el mundo, en particular lo que sucede con nuestro vecino del norte, al igual que la herencia del pésimo gobierno de López Obrador. La palabra que sintetiza el momento es incertidumbre. Afecta lo mismo lo económico que las relaciones internacionales, lo político y la justicia, el corto y el largo plazos.
La realidad es que la incertidumbre resulta una constante que se complica por las acciones y omisiones registradas en el sexenio anterior. Acudir de manera sistemática a la mentira agravó nuestros males. Este es el caso de la salud y la corrupción por solo mencionar dos de ellos. En materia de salud todo resultó como muchos se lo señalamos al presidente. El embuste de que estaríamos mejor que Dinamarca terminó, efectivamente, solo en patraña.
Lo mismo pasó en el tema de la corrupción, a pesar del pañuelo blanco que el presidente ondeó como símbolo de victoria contra ese mal. En el caso del robo de gasolina o de venta de huachicol que supuestamente se había terminado, ahora sabemos que el problema creció de manera desmedida y que incluso se generó una “industria paralela”. Eso pasa cuando el engaño desplaza a la verdad y cuando el poder se concentra en un individuo, cuando se ejerce el autoritarismo y desaparecen los controles y los equilibrios.
Siempre la realidad termina por imponerse y los datos por demostrar lo que sucede. Si se analizan los indicadores utilizados para comparar las condiciones de salud de México y Dinamarca en 2018 y 2024, encontraremos que las nuestras empeoraron respecto de las de aquella nación, además de que lo hecho por el gobierno generó cientos de miles de muertes que debieron evitarse. Duele y da vergüenza que a Hugo López-Gatell, responsable del desastre después del presidente, se le encubra en su responsabilidad al designarlo como supuesto representante de México frente a la Organización Mundial de la Salud.
Esto mismo sucede cuando se revisan los resultados del índice de corrupción gubernamental presentado recientemente por la organización World Justice Project que en la materia colocó a México en el lugar 135 entre 142 naciones, superando solo a Venezuela, Camerún, Gabón, Haití, Camboya, Bolivia y la República Democrática del Congo, pero muy detrás de Canadá lugar 14, Uruguay 23, y Estados Unidos 24, pero también de Chile, Costa Rica, Argentina, Brasil y una veintena más de países de América Latina y el Caribe.
Por desgracia, no parece factible que en el corto plazo recuperemos la certidumbre que requerimos y que sería deseable. Los factores externos se oponen a esa posibilidad y algunos tienden a empeorarla, en particular lo que resulte de las declaraciones de los líderes de cárteles del narcotráfico bajo juicio en Estados Unidos. También están las condiciones internas. No se ven señales de cambio en la ruta definida por el gobierno previo y continuada por el actual. Muchas de las reformas van a empeorar nuestra condición, en particular la del Poder Judicial, diseñada por López Obrador e impulsada por la presidenta Claudia Sheinbaum.
En la siguiente entrega me referiré a algunos tópicos cercanos a este tema que resultan de la lectura que hice de un espléndido libro de reciente aparición que quiero recomendar ampliamente: “Crisis o Apocalipsis. El mal en nuestro tiempo”, de Javier Sicilia y Jacobo Dayán, el cual resulta de su conversación “sobre el valor de la memoria, la verdad y la justicia en un mundo en crisis”.
Exrector de la UNAM. @JoseNarroR