México y Brasil son sin duda en el espectro latinoamericano las economías más robustas y, por ende, los polos de atracción respecto a la formación de un eje progresista cada vez más pertinente, como respuesta a las agresivas políticas arancelarias de la segunda administración presidencial del Donald Trump. En este momento coinciden dos gobiernos de sello progresista liderados por la primera presidenta de México, Dra. Claudia Sheinbaum y el histórico Luz Inacio Lula Da Silva, respectivamente.
Quizá uno de los episodios que mejor recuerden la relación mexicana-brasileña en tiempos de la guerra fría se deba a otra coincidencia presidencial, es decir, la sinergia que establecieron, ambos gobiernos entre 1961 y 1964, historiados por Guillermo Palacios y Daniela Morales Muñoz. En marzo de 1964 un grupo de militares dio un golpe de Estado al entonces presidente brasileño Joao Goulart. El entonces gobierno mexicano de Adolfo López Mateos, no reconoció a los golpistas y la Embajada mexicana dio refugio y asilo a un grupo de brasileños que luego llegaron exiliados a México. Las relaciones se normalizaron muy poco después, e inició una nueva etapa ya bajo la presidencia de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) y la dictadura brasileña que permaneció en el poder hasta 1985.
Para una coyuntura no muy lejana de lo sucedido recientemente en Brasil se recomienda la lectura del libro Des Brasil: del desvío bolsonarista a los desafíos de la reconstrucción, coordinado por Regina Crespo, Miriam Madureira, Monika Meireles y Georgette Ramírez Kuri, publicado por el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de la UNAM en 2024. Un libro colectivo que analiza el gobierno de Bolsonaro desde diversas miradas de las ciencias sociales, luego del golpe mediático y político a Dilma Rousseff en 2016 y el regreso de Lula al poder a partir de enero de 2023.
Según mi colega especializada en temas latinoamericanos, la expectativa de México y Brasil en este momento es muy alentadora de la mano de Sheinbaum y Lula. Desde septiembre del año pasado se viene anunciando que los gobiernos de Gabriel Boric en Chile y Luz Inacio Lula en Brasil están proponiendo la realización de una cumbre de gobiernos progresistas. Boric en su último año de gobierno alzó la mano para que la capital de Chile sea la sede y reforzó esta iniciativa muy recientemente. Cabe mencionar que en la pasada reunión de CELAC la presidenta de México señaló la importancia de una Cumbre latinoamericana del Bienestar.
Las condiciones para la celebración de una reunión de este calibre, sin duda, son excepcionales en tiempos en donde vemos como se desarrollan políticas que han generado tensión a lo largo y ancho del continente con los gobiernos de Trump, en Estados Unidos, el reciente y cuestionado triunfo electoral del pasado 13 de abril de Daniel Noboa en Ecuador, y más recientemente las medidas adoptadas por Javier Millei en Argentina y Nayib Bukele en El Salvador.
Veremos si se logra articular esta cumbre que no haría sino reconfirmar un eje programático progresista en la región y en el continente que se reforzó con el reciente triunfo electoral del partido liberal en Canadá con Mark Carner, el pasado 28 de abril y que algunos analistas ven con expectación respecto a su relación diplomática con Donald Trump.
De concretarse la reunión presidencial, al llamado progresista, seguramente México con Sheinbaum y Brasil con Lula, tendrán mucho que aportar a una región que demanda acuerdos en común e integración en sus aspectos más fundamentales.