Vía libre a acciones contraterroristas de EU. En la víspera de incluir, hoy, formalmente, en la nómina del terrorismo internacional a cuatro organizaciones criminales mexicanas, Trump insistió ayer en que México está en gran parte controlado por los cárteles. Bajo el entendido de que también a partir de hoy tendrán vía libre aquí las acciones contraterroristas de las agencias de seguridad de Estados Unidos, el presidente dejó una ventanita abierta a cooperar con México si México solicita ayuda, dijo. Si no lo hace, queda claro que Estados Unidos empezó a actuar por su cuenta contra las bandas mexicanas. Ante una más de las ligas que López Obrador estiró al máximo, con los oscuros vínculos de su régimen y su partido con las organizaciones del crimen, liga que ahora le revientan en el rostro a la presidenta Sheinbaum, ésta tiene la opción de restablecer a toda marcha la cooperación con el poderoso vecino, rota en este campo por su antecesor, o profundizar la crisis abierta con las primeras incursiones de drones de este lado de la frontera y vuelos y navegaciones de reconocimiento en nuestros lindes territoriales.

Fatales y falaces dilemas. Con el fomento de emociones discutiblemente patrióticas, el mexicano parece condenado por la narrativa del régimen a elegir entre dilemas fatales, o francamente falsos. Por un lado, la satanización de anuencia con la ubicación de los cárteles en la lista de organizaciones del terrorismo internacional, no obstante que en México han asolado ciudades y regiones mexicanas, de Culiacán a Chilpancingo y a Tapachula, con métodos ciertamente terroristas. Hay una resistencia de origen al acuerdo con Washington, para quien esas bandas ‘terroristas internacionales’ amenazan la seguridad de Estados Unidos. Y más a su combate por agencias de seguridad de ese país en territorio mexicano. Pero, por otro lado, la opción contraria sería a favor de la permanencia y el avance de la ocupación del país por los cárteles criminales, escudados en la soberanía. E incluso por salir en su defensa ante el “extraño enemigo” que se dispone a venir a perseguirlos, en respuesta a la impunidad y las alianzas y complicidades que aquí han gozado.

Cooperación y soberanía. En otro falso dilema, en días pasados, el cuestionario de una encuesta periodística pareció colocar como valores opuestos la cooperación con Estados Unidos para combatir el crimen, por un lado, y, por otro, el respeto a la soberanía nacional en ese combate. Como si la soberanía fuera incompatible con la cooperación. Como si la decisión de un país para cooperar con otro no formara parte de una opción soberana. O como si, en cambio, no fuera un brutal cercenamiento de la soberanía interior la ocupación del territorio nacional por organizaciones criminales que imponen su propio ‘sistema fiscal’ y sus propios ‘aranceles’ (derecho de piso); su propio ‘sistema de justicia’ basado en sus propios códigos (ejecuciones, masacres, levantones); su propio ‘sistema migratorio’ (tráfico de personas) o su propia estructura de ‘comercio exterior’ para exportar drogas al otro lado.

Malentendidos a esclarecer. El problema con la cooperación mexicana con Estados Unidos en el régimen de AMLO tuvo efectos graves en le percepción general y en el consenso bipartidista en aquel país, de que el nuestro incumplió sus compromisos al grado de perder la confianza y de hacer perder la paciencia del otro lado. Ello habría conducido a las agencias estadounidenses a actuar por su cuenta, desde el tiempo de Biden, sin siquiera confiarles su información ni sus planes al gobierno mexicano. Así ocurrió con la captura en Culiacán, en una pudorosa operación (apenas) encubierta, del Mayo Zambada. Y así se aprestan a hacerlo desde hoy, ahora sin pudor, si no se restaura la cooperación contrarreloj.

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