Costos. Malos cálculos y pésima instrumentación produjeron efectos aberrantes de una “ingeniería política para controlar la narrativa”, como identificó el reconocido especialista Alberto Capella la operación del régimen ante la protesta ciudadana. De acuerdo con su puntual testimonio, se trató de “un operativo diseñado para alterar la percepción pública de una movilización histórica”. Su propósito: inducir “una narrativa del caos” con cargo a los manifestantes. El problema fue que este mensaje fue descifrado en México y en el mundo con códigos contrarios, adversos al sentido propuesto por el oficialismo, con altos costos —internos y externos— para la presidenta Sheinbaum.

Tramoya negra para Trump. Contra la percepción inducida desde Palacio de una supuesta manifestación violenta que, en consecuencia, habría sido contenida por los granaderos, predominan las imágenes de una cruda acción represiva del régimen montada sobre una provocación de sus grupos de choque. Mientras las imágenes del montaje escenificado por este grupo para simular los ‘excesos violentos’ que justificarían la represión de los manifestantes, fueron decodificadas en el exterior como ilustración de una rebelión social: como un asalto a Palacio producto del hartazgo de la gente con un régimen descrito como corrupto controlado por los cárteles criminales, hartazgo, éste sí, presente en los mensajes de la manifestación pacífica. Pero no pareció ser la marcha, sino las imágenes de la violenta tramoya del bloque negro, transmitida por los medios estadounidenses, la que dio pie a Trump para destacar “problemas graves allí”, tras el seguimiento que dijo haber hecho de la jornada de protestas del sábado.

El peor de los mundos. Cada persona, cada audiencia descifra los mensajes de acuerdo con sus códigos interpretativos: su información sus creencias, sus experiencias que, en este caso, condujeron a que los mensajes del régimen no estén siendo traducidos en el sentido deseado por Palacio, sino en sentido contrario. Decodificación aberrante, la llamó Umberto Eco. Y así, los mensajes de descrédito de la presidenta contra la protesta parecen trasladarse al descrédito de la violencia física ejercida contra ciudadanos pacíficos, y al descrédito, también, de las narrativas presidenciales, con crecientes daños autoinfligidos por la respuesta de los hechos a su ya habitual violencia comunicativa, impostada de su antecesor. El peor de los mundos.

El buerán. La “narrativa del caos” y la del naufragio —en la violencia— de la protesta del sábado parecen disolverse en la percepción de éxito de una movilización ciudadana víctima y a la vez vencedora frente a todo tipo de obstáculos y adversidades. Entre otras, la previa campaña palaciega de calumnias y teorías conspirativas de intrigas internacionales anidadas en la convocatoria de la Generación Z. Un bumerán: la presidenta terminó así dando a conocer la convocatoria y promoviendo la protesta a escala presidencial.

Memoria de la opresión. Para la memoria del renacido clima de disuasión del ejercicio de las libertades públicas, desaparecido de la capital desde hace medio siglo, quedan las imágenes de un centro histórico estabulado: una sucesión de establos para canalizar protestantes a una compuerta de ingreso a un establo mayor, cercado, el Zócalo, custodiado por grupos violentos con indumentaria de combate y aprestos intimidatorios de amagos físicos y estallidos inquietantes. Luego llega el momento estelar en que, con la facilidad con que un tramoyista sustituye la escenografía para el siguiente acto, los de negro remueven unos metros el muro metálico que parecía inconmovible y queda al descubierto una larga fila de granaderos recibiendo una inclemente lluvia de piedras, y que, al tiempo cargarán contra los manifestantes. ¿Qué sigue?

Académico de la UNAM. @JoseCarreno

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