Las razones del triunfo de AMLO en 2018 (cuando se sembró la semilla antidemocrática) son muchas, pero desde luego la gran decepción y hartazgo de la mayoría ciudadana con el PRI y el PAN fue un factor clave.
Ciudadanos que no votaron por AMLO en 2006 y 2012 sí lo hicieron en 2018. En 2021, AMLO parece haberse confiado con su gran triunfo y con el hecho de que Morena había ganado en ese lapso la mayoría de gubernaturas.
No considero que la de 2021 haya sido una elección de Estado; no hubo indicios de ello y eso se reflejó en los resultados; 55 diputados menos en la Cámara Baja y 9 de 16 alcaldías en la capital.
Pero eso prendió el foco rojo en el presidente, y de inmediato empezó a armar una gran elección de Estado, con quién sabe cuánto dinero gubernamental (federal y estatal) para visitas, espectaculares, y desde luego la propaganda y quizá intimidación a los ciudadanos de los Servidores de la Nación, una institución gubernamental, no de partido.
Hemos visto también que el día de la elección hubo distintas irregularidades (fraude) aunque es difícil calcular con precisión de qué dimensión fue (casillas zapato, caída de sistema, boletas planchadas, es decir, incorporadas después de la elección, todas marcadas por Morena, etc.).
Sin duda las cifras oficiales no reflejan la voluntad ciudadana. Y como ni así lograron la mayoría calificada, el TEPJF, cooptado ya por Morena, hizo lo que cualquier abogado que no sea morenista considera como fraude a la Constitución; aplicar a modo dos criterios diferentes en el mismo artículo (54) para beneficiar al partido oficial, contrariando el espíritu de ese mismo artículo incluido en 1996 para garantizar que ninguna fuerza política (partido o coalición) pudiera cambiar por sí misma la Constitución, pues eso implica acabar con la democracia.
Desde luego, la oposición tuvo su buena parte de responsabilidad. Según Xóchitl Gálvez, ella no contó con el respaldo necesario, los tiempos de publicidad, fondos suficientes, y no hicieron lo necesario para cubrir todas las casillas (lo hicieron en casi 60 %) no permitiendo hacerlo a ciudadanos deseosos de ayudar.
Mucha de la gente que votó por Xóchitl (seguramente más de lo que indican las cifras oficiales) lo hizo no por los partidos que la respaldaron, sino a pesar de ellos.
Y con el error de Xóchitl de haber reconocido prematuramente el triunfo de Claudia Sheinbaum, muchos de sus seguidores quedaron enojados y decepcionados.
Varios lo consideran una traición o una entrega a Morena. Yo creo que fue un error táctico de su equipo de campaña, que no percibió el nocivo efecto que eso generaría.
Como sea, hay un buen número de electores antiobradoristas que no quiere saber nada de los partidos existentes.
A raíz de lo cual, el Frente Cívico Nacional, junto con otros organismos cívicos, después de una amplia consulta nacional decidieron formar un nuevo partido (sin que desaparezca el FCN como organismo cívico), que tendría estrictas reglas de membresía, y con un perfil más ciudadano.
Criticó ese esfuerzo Luisa Alcalde diciendo que son los mismos de siempre, y que vienen mayoritariamente del PRI y del PAN, los “moralmente derrotados”.
Falso (95 % del FCN aproximadamente no ha militado nunca en un partido), además de que esa descripción más bien aplica a Morena.
Según sus propios datos, el 80% de sus miembros vienen del PRI, y no precisamente con un expediente limpio (al contrario).
El nuevo partido buscaría atraer a los electores decepcionados con la actual oposición (no tengo idea cuántos sean) y que tengan confianza en él (pues muchos rechazan también un nuevo partido).
No será una tarea fácil, y además la propia Xóchitl y grupos como el Partido Libertario quieren formar su propio partido, lo que fragmentaría aún más a la oposición.
Se requeriría una gran voluntad de sumar esfuerzos y tomar acuerdos para que surja sólo un nuevo partido. Eso en sí mismo es muy complicado, pero no hay peor esfuerzo que el que no se hace.
Analista.
@JACrespo1